El solo hecho de que la narrativa del covid como germen apocalíptico se mantega límpida, fresca y poderosa 14 meses después del robo a Trump, es una demostración clara y fehaciente de que la implementación de la histeria jamás tuvo como objetivo único y final la consecución del apartamiento y desmantelación del “trumpismo” como fenómeno político. Todos aquellos que argumentan tal cosa (“asere, el covid lo tiraron los chinos en componenda con los ‘demoratas’ pa echarse al titán”) están perdidos en la luna de Valencia y no ven más allá de sus narices.
El solo hecho de que la narrativa del covid aún se sostenga es el ejemplo preclaro de que la implementación de la histeria siempre persiguió un fin más profundo y trascendente: modelar un nuevo mundo, un futuro “distópico”, una nueva historia. Aquel ya vetusto concepto teórico de Fukuyama, al final, no llegó de la mano de la prevalencia de una ideología cualquiera, sino precisamente de la muerte de todas. Que viva, compañeros, la nueva revolución…
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