No hay manera posible de garantizar a un 100 porciento que alguien diagnosticado con Covid-19 realmente porte el virus. Y no la hay porque ninguna de las pruebas que se utilizan, desde inicios de la pandemia, son veraces. Ni el PCR ni los Ag son creíbles debido al alto número de falsos positivos que acarrean consigo. Es decir, toda la data estadística de la pandemia está basada sobre presunciones y no hechos. Tampoco hay estudios específicos que puedan delimitar una variante de otra! Por eso si mañana a cualquier institución o gobierno se le ocurre decir que una nueva cepa está atosigando al mundo (como el Ómicron ahora mismo) no hay manera posible de afirmarlo o de negarlo, porque a la gente se le sigue haciendo los consabidos PCR y Ag, tipos que se mueven positivos ante la presencia de una infinidad de virus.
Lo mismo sucede con los estudios de carga viral hospitalaria en pacientes graves. No se hacen! Es decir, cualquiera sale positivo a un test de los existentes (en este caso podría ser un falso positivo fácilmente) y luego muere, y se le achaca alegremente la estadística al germen de moda. Eso sin hablar de las triquiñuelas codificatorias que subieron la tasa de tetalidad del virus en un 50% al menos.
Tras la narrativa covidiana subsisten datas estadísticas no fiables y mucha pseudociencia. Y es que construir una falacia, aupados por instituciones todopoderosas y gobiernos, es un ejercicio mucho más fácil de lo que parece. Por eso usted, sí, usted mismo que ahora tiene un catarro de tres pares y ha sido diagnosticado positivo al Covid 19, sepa que lo mismo puede estar cursando con una infección por adenovirus o rinovirus o parainfluenzas o influenzas o coronavirus tradicionales… y que lo que debe hacer es lo que siempre hizo: lavarse las manos, evitar multitudes, comer sano y tratar sus síntomas. No deje que la narrativa del terror lo siga paralizando.
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