Creo, desde hace tiempo, que las ideologías tradicionales de la era moderna, aquellas que se dibujaron tras las revoluciones del siglo dieciocho, están en franca retirada. Y es que la dinámica del mundo actual se encamina hacia un futuro muy próximo donde las relaciones sociales ya se desplazan desde el símbolo arquetípico capitalista-asalariado hasta esa nueva entelequia tecnología-hombre que amenaza con tragárselo todo. Vivimos los prolegómenos de una nueva etapa de la historia de los hombres.
Por eso no es coincidencia que un conservador, alumno de Roger Scrutton, como Miklos Lukacs comparta visiones conceptuales con un comunista nacionalista como Diego Fusaro; o que un militante férreo de la vieja izquierda como Sean Penn, defensor inveterado del castrismo y el chavismo, cargue (lanza en ristre) en contra de la cultura woke; o que el absurdo de la histeria covidiana haya causado que filósofos de formación hegeliana (y con la sombra de Foucault planeando sobre sus auras) como Giorgio Agamben y Byung-Chul Han se hayan pronunciado sobre la claudicación moral de Occidente.
Ya Christophe Guilluy lo anunciaba de cierta manera en su No Society cuando decía que “la desaparición de la clase media occidental no se mide solo mediante indicadores económicos y sociales, sino también y sobre todo por la pérdida de un estatus, el de referente cultural” y que las élites occidentales aspiran a una existencia “sin ataduras nacionales, fiscales, sociales, culturales… ni quizá, mañana, biológicas”. La distopia futura imaginada por Philip K. Dick se encuentra al alcance de la mano.
El modelaje de ese nuevo mundo está esbozado de manera minuciosa por el Foro Económico Mundial, que centra sus esfuerzos en desarrollar los acápites relacionados con la inteligencia artificial, los postulados del cambio climático, la ciber seguridad, las relaciones laborales futuras y la enseñanza escolar. Dentro de esos marcos teóricos el mundo “avanzará”, despojado ya, tras el triunfo del “igualitarismo” tecnológico, de teorías ideológicas que rigieron durante los últimos doscientos años.
Y todos los grandes poderes resultantes del capitalismo tradicional, apoyan este nuevo decursar. Entre los partners de las ideas de Klaus Schwab podemos encontrar a Juana y sus hermanas, es decir, a todo el mundo que ostente algún grado de poder en el presente. Es por ello que pudo ejecutarse un golpe de timón en noviembre del 2020 durante las elecciones norteamericanas sin que pasara absolutamente nada (incluso, la ilusión de la democracia sigue habitando entre las crédulas masas de votantes). Y es por ello también que de manera coordinada el mundo pudo paralizarse por un simple virus respiratorio.
De Putin ya les hablaré más adelante, pues la manera en que es percibida la “nueva Rusia” no deja de ser también un indicativo de cuánto han cambiado las ideologías desde el advenimiento del Smart phone y las grandes compañías tecnológicas…
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