El trabajo que más me ha enseñado sobre la naturaleza humana no ha sido el de la medicina ni el de repartidor de pizzas ni el de ayudante de mesero ni el de recogedor de muestras de laboratorio ni el de técnico de farmacia ni el de repartidor de periódicos ni el de case manager ni el de ser paupérrimamente pobre en Cuba…
El trabajo que más me ha enseñado sobre la naturaleza humana fue aquel que tuve en el Homestead más recóndito cuidando y alimentando monos rhesus en un centro de experimentación.
Me levantaba a las 5 de la mañana y llegaba aún de madrugada. Me ponía el uniforme que consistía en un scrub relavado y una botas inmensas de goma y atravesa un yerbazal repleto de sapos gigantes hasta llegar a la planicie donde unas 30 jaulas espléndidas (mini ciudades) me esperaban. Comenzaba a echar agua con mangueras especiales de presión antes de las 7 am, paraba unos 30 minutos a eso de las 10 y repartía comida en una carretilla a los animales (humanos?)
Retomaba el lavado hasta la 1 pm, que era el horario de almuerzo. Que clase de canina para entonces! Terminaba empapado de pies a cabeza y tenía que secarme con la brisa o con el sol. El resto de la jornada hasta las 4 consistía en volver a alimentar a los monos (al principio no alcanzaba el tiempo para terminar el lavado y palear la mierda, pero con los meses me volví un especialista), observarlos y aprender. Cada jaula era una comunidad distinta: simios casi acabados de nacer, adolescentes, hembras o machos jóvenes, familias, viejos, guapetones, cobardes…
Nada se parece más a un humano que un mono rhesus… o viceversa. Ya les hablaré más adelante un poco de esto.
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