
Shao Lin San Shi Liu Fan (La cámara 36 de Shaolín) fue un acontecimiento cultural en la Cuba de mi niñez. Recuerdo haberla visto un sinfín de veces en las rotaciones cinematográficas de Colón (primero el cine Venus y luego El Canal y el Jigüey) y haber intentado replicar en el patio de mi casa las técnicas milenarias y simples del entrenamiento por el que San Te tuvo que pasar para convertirse en maestro y liberar a su pueblo.
Pues bien, he vuelto a repetir el filme luego de un montón de décadas y por primera vez desde que soy un hombre hecho y derecho. Me asombró recordar gestos, escenas y acrobacias casi al dedillo. La impronta del orientalismo budista, posiblemente inadvertida en aquellos años de tanta inocencia, ahora es notable e indisimulada. La premisa de que sólo el esfuerzo rinde frutos reales es un hecho. La idea de que la violencia es necesaria cuando de defenderte se trata, es imperecedera y eterna. La naturaleza animal no entiende de reglas ni prejuicios
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