2052

El anuncio de Trudeau sobre las armas de fuego en Canadá es un prístino ejemplo del poder que atesora la casta de burócratas estatales de Occidente. De un plumazo se han pasado a llevar los derechos de la gente y se ha borrado de la faz a una industria gigantesca. Así, como quien chasquea los dedos…

Pasará una cosa igual en los Estados Unidos? Por supuesto! No lo duden ni siquiera un segundo. Y los rebeldes tragarán en seco y seguirán el juego de la vida, que no es otro que el de sobrevivir a como dé lugar. Tiempo al tiempo…

2051

A propósito del día de Memorial Day, me permito hacer una pequeña observación. ¡Escuchen inocentes amigos! La nueva América no cambiará su rumbo. Es imposible que pueda reformarse desde adentro. La credibilidad de sus instituciones (¡todas!) es absolutamente inexistente. Sé que confiar en la probidad del sistema es un proceder inherente del conservadurismo, pero… ¡Abran los ojos! Pues tal y como afirma Christopher Ruffo “nuestras instituciones están arrastrando al país en una dirección desastrosa, socavando activamente todo lo que ha hecho grande a los Estados Unidos”.

La muerte de las ideologías tradicionales ya es un hecho. Entonces ¿cómo “apear” del dominio absoluto a esa pequeña elite que nos tiene a todos agarrados del cogote? Es una pregunta sin respuesta. Pero ciertamente participar en el “bochinche” electoral no hace otra cosa que validar una falsa democracia. La imposición soberbia del “progresismo” es el magnífico reflejo de cuán bajo han caído nuestras sociedades. Y es que dicho progresismo guarda un parecido familiar con la ideología comunista, porque ambos se basan en la misma tradición filosófica del historicismo “socialdemócrata”.

Cada batalla debe librarse a nivel individual, aunque esto presuponga en el futuro el fin de las libertades limitadas de que dispusimos y aún en cierta medida disponemos (Locke no fue más que un parlanchín que alguna vez atribuyó la libertad absoluta a los dominios del hombre natural). Luchar por tu familia es hoy en día la misma cosa que batallar por tu territorio, por tu barriada y por tu patria. Las fronteras, a pesar del optimismo nacionalista, han dejado de ser geográficas para convertirse en límites etéreos, porque son mentales y porque son de sangre. Salvar hoy a un hijo de la aplanadora propagandista de los estados (secuestrado por la teoría de la desvirilización de las sociedades y sus consecuencias inmediatas) es el mayor de los logros libertarios a que alguien medianamente realista puede aspirar. Y en eso estamos.

2050

Top Gun (1986) es básicamente un filme sobre la amistad. De un espíritu reaganista notable, la pieza de Tony Scott no solo fue una plataforma para vender a Tom Cruise como el símbolo sexual superlativo de la década de los ochenta sino también para apuntalar el discurso del excepcionalismo norteamericano como un concepto básico cultural y político de la época.

En aquel entonces el debutante Jim Cash y el muy poco experimentado Jack Epps, inspirados por un artículo de Ehud Yonay en alguna revista, escribieron un guión a cuatro manos que el productor Jerry Bruckheimer, un republicano conservador, avalaría y financiaría sin remilgos.

El resultado es un ejercicio estético precursor del resto de las obras venideras de Scott, donde la música pop, una edición agilísima y caracteres notablemente alfas son el sostén principal de la historia. Como anécdota curiosa, recalcar que Mathew Modine rechazaría el personaje principal de Maverick por considerar que el filme era pro bélico (lo que significa que en realidad era pro norteamericano, algo inadmisible desde aquel entonces para muchos integrantes del show business), al igual que Bryan Adams negándose a cantar uno de los temas principales de la banda sonora por idéntica razón. Que Cruise y Kenny Logins hayan suplido tal desaire es algo que agradeceremos, los amantes del buen cine, hasta la eternidad.

2049

La abolición de la segunda enmienda posee un significado simbólico más que práctico. Despojar a la nación americana del derecho a usar armas sería un triunfo formidable para la propaganda “progresista”, pero en términos reales la implicación sería escasa.

Si algo se ha demostrado durante los últimos meses es que, a diferencia de lo que pensaban los padres fundadores, las armas en manos del pueblo hoy en día no son capaces de evitar en lo absoluto la apoteosis del Estado. Siento desanimarlos, pero es la verdad incontrastable.

Si el día de mañana un grupo de patriotas decide alzarse en armas para oponerse al autoritarismo progre… serán barridos en cuestión de horas y presentados frente al cadalso como extremistas peligrosos y violentos que buscaban socavar la democracia. ¿Y quiénes serían los encargados de barrerlos? Pues las fuerzas policiales y militares, que no son otra cosa que testaferros del gobierno, allí donde se encuentren.

La ilusión de los soldados como garantes de los derechos del pueblo se disipó dramáticamente tras las asonadas latinoamericanas del siglo pasado y la posterior satanización mediática por parte de las propias “democracias occidentales”. La suerte está echada y, sobre todo, milimétricamente calculada.

2048

Ayer en clases el “profesor” de historia y ciencias sociales de la escuela secundaria (middle school) donde estudia N., un abogado gringo al que se le retiró la licencia por corrupción y que ahora “enseña” a nuestros niños, se dedicó a intentar adoctrinar a la clase acerca de cómo la disforia de género no es una enfermedad o trastorno mental. Pues bien, no había avanzado mucho cuando mi hija levantó el brazo y le rebatió con fuerza. Varios de sus compañeros la apoyaron. Sobre el debate de las armas, igual. Mi N. piensa que quizás se pueda elevar la venta a mayores de 21 años y hacer un background psiquiátrico donde gente trastornada como Salvador Ramos, un producto de las políticas anticientíficas identitarias, no pueda acceder a ellas, por ejemplo. El tipo, que pretende que las armas se restrinjan, en realidad, no sabe donde se metió. Y yo, mientras tanto, orgulloso y tranquilo…

2047

El último filme que miró mi viejo, moribundo ya, fue el “Goodfellas” de Scorsese. No pudo, atosigado por el fantasma de la muerte, disfrutarlo como disfrutaba todo. Casualmente mi padre no recordaba haberlo visto y le propuse hacerlo para aliviar ese tramo final que yo sabía (y él intuía) que se acercaba sin sigilos. Ray Liotta, estaba allí riendo a carcajadas con Joe Pesci… ¡y el mundo que se le gastaba al viejo!

Hoy se ha muerto, sin embargo, Liotta. Sobrevivió a mi padre la escasa cantidad de 15 meses. Quizás falleció, entre otras cosas, por el dolor de saber que mi viejo no pudo atesorar, en sus recuerdos finales, la grandeza de aquella historia amarga de asesinos y ladrones que no intentaban redimirse. Y es que la vida, al final, se trata de prioridades. Este lunes pasado vi por GQ a Liotta hablando sobre su espléndida carrera. Lucía árido y sobrio. Y humilde y serio. Lo despedí sin saberlo, unas 60 horas antes de que siguiera la misma senda que todos desandaremos algún día.

Aunque comenzó su carrera en los ochenta (recuerdo haberlo visto por primera vez en “Something Wild” haciendo de un exconvicto psicópata que atormentaba a Melanie Griffith y a Jeff Daniels) lo cierto es que Liotta es un distinguido miembro de la generación de los noventa, década en la que nos legó sus dos papeles, para mí, más memorables: Goodfellas, del maestro Scorsese que lo lanzó a la fama y le granjeó un inmenso éxito que jamás volvería a repetir, y “Cop Land”, la muy menospreciada pieza de James Mangold donde interpreta a un policía corrupto que se burla y abusa del bonachón y entrado en carnes Stallone.

Liotta fue un actor soberbio y de carácter que no tuvo, increíblemente, el reconocimiento que merecía. Aun así, y pésele a quien le pese, su Henry Hill quedará en la historia del arte como uno de los caracteres más poderosos, humanos y reales que se hayan visto alguna vez. Von Voyage, maestro!

2046

A propósito de una nueva cruzada de los medios por blanquear los hechos:

Thomas Harris, hoy en día, no hubiera podido describir a su Buffalo Bill de la manera en que lo hizo: No se emperifollaría con labial y joyas relucientes mientras sus víctimas mueren de hambre en un hoyo oscuro y maloliente ni mataría en pos de construir un vestido con la piel de sus infaustas damnificadas. De hecho, Harris será crucificado en un futuro no muy lejano, en nombre del bien y la tolerancia y lo sagrado, y arderá en sí mismo como aquellos libros incinerados por los nazis en las plazas públicas de las grandes ciudades.

La “ideología de género” es un mantra sagrado que hay que proteger a cómo dé lugar: mintiendo, obligando, tergiversando, empuñando un arma cualquiera contra la sien. Nada puede salirse del contexto de lo sacro en la nueva vertiente “progre”. Las ciencias serán arrasadas (ya vamos en camino de ello) y la imposición de una nueva verdad emergerá (ya está pasando) como la única cosa tolerable.

Sí, amigos míos, Harris será el nuevo Orwell de las callejuelas rojas de La Habana y Nueva York. Y nosotros los esclavos de una nueva “ciencia”.

2045

El asesino Salvador Ramos estaba profundamente enfermo… perturbado… era un producto de las políticas “identitarias” que tanto defienden aquellos que se sienten moralmente superiores y que lamentablemente son los que rigen. Hoy en día la sobre-clasificación que se le adjudica a las personas está pariendo monstruos. No, autopercibirse como lo que no eres no sólo es anticientífico… también es una enfermedad. Y debe ser tratada profesionalmente y no aupada como “una nueva normalidad”. Nuestras sociedades, desafortunadamente, están tan enfermas como Salvador Ramos…

Y tú , intelectual criollo de pacotilla, piénsalo dos veces antes de criticar a quien intenta poner cordura.

2044

Es muy curioso. Tras el derrumbe del comunismo de la Europa oriental y del fin de la guerra fría, las sociedades occidentales (y muy específicamente la norteamericana) entraron en una especie de etapa de nihilismo draconiano, donde la amargura terminó permeándolo todo. La alegría “cultural” de la etapa reaganista, aquella inolvidable década de los 80, llegaba a su fin de forma violenta. El metal glam fiestero era sustituido por el grunge histérico y llorón, las cintas de teenagers de John Hughes por los filmes de solitarios asesinos en serie… y entonces arribaron los tiradores escolares: el clásico trajinismo escolar no sólo se ha dedicado desde entonces a desaparecer a inocentes de la manera más cruel posible sino que sembró la semilla del copy cat, responsable también en buena medida de un número significativo de este tipo de tragedias. Y el hecho de que las auras tiñosas (los políticos, claro está) revoloteen con parsimonia por encima de los cuerpos putrefactos para sacar ventajas (un pueblo desarmado es mucho más confiable que uno armado, por manso que este sea) valida aquella certera tesis de que las masas, de una u otra forma, siempre bailarán al ritmo que los burócratas le impongan…

2042

Es cierto, la invasión canelónica ha remecido a Miami y otras grandes ciudades norteamericanas en los últimos tiempos. Pero ya aquí, en el sur de la Florida, somos expertos en acumulación de detritus desde hace un buen rato. O por qué creen ustedes que por ahí deambulan los Simplicios Magnus y Dientes Picáos de esta vida como Pedro por su casa? La diferencia es que los canelonios usan pullovitos apretáos como marca personal, y los otros un libraco de su propia autoría (editados por ellos mismos en Amazon) bajo el sobaco!

2040

Veo una entrevista de Vanity Fair en su canal de youtube con Harrison Ford, quien revisa su carrera. El tipo se la pasa hablando de “los viejos tiempos”. La nostalgia lo aniquila. “En los viejos tiempos los tratos se sellaban con un apretón de manos”… “En los viejos tiempos filmábamos con el alma”… “En los viejos tiempos…”

Muchos de estos actores añoran el pasado, pero ayudan a cimentar el horrendo presente con declaraciones cobardes y gestos oportunistas. Todo el mundo trata de garantizar su pequeña cuota de regencia. Es el afán de la sobrevivencia y los que mandan lo saben; e incluso, cuentan con ello para “manichear” el ejercicio del poder.

2038

El primer pecado que atosiga hoy en día al conservadurismo como corriente ideológica es su persistente creencia (o conveniencia) en la falacia de la democracia occidental. Los jacksonianos, por ejemplo, lidereados por Donald J Trump, a pesar de haber sido robados impunemente en noviembre del 2020 cuando en una madrugada, en los cinco estados claves que decidían la elección presidencial y en contra de toda ciencia matemática y estadística se volcó el resultado electoral (Trump ganaba con una ventaja entre 8 y 16 puntos porcentuales con más de la mitad de las boletas contadas en cada uno de estos sitios) siguen afirmando que en el 2024 las cosas serán distintas y podrán derrotar al status quo. ¡Cuánta “inocencia”! Desde William Jennings Bryan, pasando por Huey Long, Joseph McCarthy, George Wallace y Ronald Reagan y llegando hasta Sarah Palin, el Tea Party, y el propio Trump hubieran avalado y avalarán y persistirán una y otra vez en el error vicioso de que Estados Unidos no está gobernado desde arriba, sino impulsado desde abajo por un pueblo viril que es realmente quien se encarga de tomar todas las decisiones. Sí, está bien. Permítanme carcajearme.

De los reformocons no vale la pena ni siquiera hablar. Ellos son parte del problema. Los Bush y sus hijos putativos, imbuidos de esa premisa oportunista de que “hay que adaptarse a las cambiantes condiciones sociales y económicas” son impulsores de la decadencia americana y, por ende, de todo el mundo occidental. Ideólogos como Yuval Levin, Ross Douthat y Reihan Salam, y políticos como Marco Rubio no son en realidad conservadores. Por cierto, de las huestes de los reformocons llegará el próximo presidente republicano a la Casa Blanca, como para continuar validando la falacia de la democracia. Se los he dicho varias veces. No lo olviden.

Los paleo conservadores de John Burtka, ahogados en sus ideas utópicas de libre mercado ni siquiera juegan un rol en el intento de debate conceptual que tanto se necesita en estos tiempos. No importa que Tucker Carlson hago ruido desde su programa en Fox (una cadena controlada por quienes controlan todo y que solo hace el juego a la mentira mayor) o que la influencia del aislacionismo y el proteccionismo nacionalista haya permeado a gente que va desde el ciudadano común hasta políticos de peso (el senador Mike Lee es un ejemplo) si sigues validando el juego sucio e hipócrita de la política occidental. No olvidemos que el propio Carlson se rehusó a admitir en un inicio la posibilidad de un fraude electoral tras el descalabro de Trump.

Los tipos más claros del conservadurismo, por cierto, son los post-liberales. Y aún así de pecan de una fe incomprensible por el aparato democrático norteamericano. Aunque afirman que la “modernidad liberal” se ha convertido en enemiga del florecimiento humano y de las libertades individuales. Y saben que ese propio concepto occidental de “libertad” se ha trastocado en un fin en sí mismo destructivo y que la distinción entre el estado y la sociedad es ilusoria. La idea principal de los más brillantes ideólogos de hoy en día (si algo merece ser leído es la obra ensayística de estos tipos) donde encontramos a gente como Patrick J. Deneen, Yoram Hazony, Rod Dreher, Gladden Pappin y hasta el propio Sohrab Ahmari es que a pesar de que los conservadores defendieron la independencia de la sociedad civil del poder estatal, la izquierda sin embargo se hizo cargo de Hollywood, la academia, los medios de comunicación, y los tribunales. El gran problema es que los post-liberales sólo atisban un cambio desde el Estado como única solución posible, lo cual no es práctico ni realista, por supuesto. Entonces ¿Cuál es la solución, preguntarán ustedes? En mi opinión, la única es la guerraguerra, que es ninguna.

Aunque intentemos obviarla, la realidad es una: el excepcionalismo norteamericano ha muerto y, con él, el futuro del mundo occidental. La muestra clarísima y objetiva está frente a nosotros: el conservadurismo yuma se ha dejado abofetear una y otra vez desde noviembre del 2020 y, en vez de encojonarse y responder en consonancia, se ha dedicado a lloriquear y a murmurar en las esquinas. Si imagináramos una situación igual en el pretérito, donde la censura, la persecución y el acoso fueran diarios como ahora, resultaría imposible sacar de la ecuación el advenimiento de una guerra armada. Pero no va a pasar. Y todos sabemos el por qué.

2039

Más allá de consideraciones personales (mucha gente buena no ha podido escapar del horror en todos estos años mientras delincuentes, postalitas, camorreros, aserines, comunistas, especuladores y muchos otros miembros del detrito isleño se pasean por las calles de Miami, Cape Coral, Las Vegas, Nueva York y Houston) esta apertura de “alma” del régimen bidenista a la tiranía de la Habana no hace otra cosa que corroborar aquello de que los lobos de una misma camada se cuidan unos a otros. Si la permanencia del castrismo por 62 mil milenios era cosa sabida, ahora con la imposición del neocastrismo, es un horror imperecedero. Pero… qué más puede esperarse del futuro que nos aguarda, de una u otra forma, a todos?

2037

Este Beringer bros Cabernet Sauvignon de Napa valley redondeado en barricas de Bourbon, es grueso y equilibrado. Su bouquet, salvaje y rotundo, no es para primerizos. Hoy lo acompañé con una cena ”frugal” compuesta de tortilla de queso americano y spam, ensalada mixta de garbanzos, hilillos de remolacha, col, kale y lechuga salteados en bacon… y tostadas doradas en aceite de oliva

2036

Un documental de la DW alemana critica fieramente al pueblo ruso de Yelnia (donde ocurrió una célebre batalla contra el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial) por “inculcar a los pequeños en las escuelas el amor por los soldados y el ejército “. Y qué es lo que se inculca aquí, pregunto yo? La respuesta es simple y todos ustedes la conocen. Para mí, si tuviera que elegir una opción, la decisión sería clara como agua de manantial.

2035

Evocar al carácter estoico del voluntarismo personal es un arma de doble filo. “No hay fórmula para bebés, no se quejen y den la teta”. “No hay gasolina para el auto, no se quejen y monten bicicleta”. “No hay carne de res, no sean blandos y coman picadillo de soya”. Algo así.

Siempre, bajo la impronta de la reciedumbre moral terminamos evocando el carácter individual de la sobrevivencia, que fácilmente puede convertirse en un justificativo para la desidia. Del dicho al hecho va un pequeño trecho. O es que acaso el discurso redentor de los comunitarismos estatistas no se basa precisamente en el carácter estoico del sacrificio ético?

El punto, estimados amigos, no es si somos capaces de continuar adelante con nuestras vidas frente a cualquier contingencia (Cuba arrastra la desidia de 60 años de oprobio y aún así persiste) sino cuán permisible o tolerable para la libertad es el sometimiento y el acostumbramiento. De la mano de la pérdida de los bienes siempre acude la apoteosis del totalitarismo… tarde o temprano. Y ese es precisamente el eje central de cualquier debate de esta naturaleza.

2033

Un amigo, qué un amigo… un hermano de muchísimos años, me cuenta que un conocido suyo le revela que la fórmula ganadora para el 2024 es Donald Trump junto a un heredero de los Kennedy que presuntamente había muerto en un accidente de aviación pero que en realidad está vivo. Y que una vez que la dupla obtenga la victoria encausarán a Hillary Clinton, Barack Obama y Joe Biden por traición a la patria y descabezarán a los altos mandos del ejército. Sí, es en serio. Ese tipo es tan loco como aquellos que juran y perjuran que no pasa exactamente nada.