Conversando con el Dr. Callejas ambos concordamos plenamente en que vivimos la apoteosis de los tiempos anunciados por Nietzsche, es decir, la apoteosis de la decadencia de la civilización occidental. El nihilismo, que todo lo invade y lo permea, hoy en día se manifiesta en la adoración al nuevo Olimpo de dioses helénicos y romanos que han nacido y crecido a la sombra del mito jacksoniano de la libertad del hombre y de la fuerza inclaudicable de los pueblos. ¡Que paradoja! Amigos, vivimos en una democracia oligárquica, ni más ni menos. Y el destino, a la usanza de Virgilio, está escrito: “Líbrate de estas llamas. Está el enemigo en los muros; Troya se derrumba desde lo más alto”.
La voluntad de poder de las masas es un absurdo que sólo corresponde y aplica a muy escasos individuos. La historia, de hecho, ha sido jaloneada por un puñado de hombres y por la siempre crédula plebe que necesita de dioses y titanes para avanzar sin tropezar en el camino. El Urano que engendró a los centimanos y los cíclopes, el Plutón magnánimo de las cosechas y las piedras, el Hades que reina en las lóbregas grutas de Perséfone, son ahora los Zuckerberg, Bezzos y Gates de nuestros tiempos (sí, Elon Musk también). Lo que no cambia es el hecho irredimible de quiénes somos nosotros, Kuretes y korybantes que desandamos a la sombra de los dioses de siempre.
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