En un mundo normal, Biden y sus secuaces serían barridos ignominiosamente del poder en cualquier elección venidera (probablemente éste sea por mucho el gobierno más impopular de los últimos 42 años, al menos) tal y como ya ocurrió en noviembre del 2020. Pero no vivimos en ese mundo normal.
En un mundo normal, tras la derrota del “bidenismo” (todos sabemos que el término es una falacia, que esto se trata de mucho más) el partido opositor entraría a tratar de remediar las cosas y a ser una alternativa de poder. Pero nada pasará, en lo absoluto.
En USA, desde la desaparición del excepcionalismo norteamericano, ni las elecciones son reales ni existe oposición alguna. Bájense de esa nube.
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