Varios cientos de personas que estuvieron presentes en el capitolio aquel 6 de enero del 2021 están siendo sometidos a procesos legales sin ser culpables de nada. Todos reclaman que no han recibido apoyo alguno ni de la administración saliente ni de los representantes locales del partido republicano. Han sido abandonados a su suerte. Y aún así andan por ahí los traedores de la buena nueva: “el voto nos salvará y salvará a la nación”. Y yo me pregunto: el voto por quién o quiénes? Por aquellos que no han movido un dedo en aras de mantener su status y su modo de vida? Por esos que apuñalaron por la espalda en cuento tuvieron ocasión al presidente saliente caído en desgracia? Por estos que apoyan las mismas políticas de sus rivales en el congreso y el senado? No jodan. Votar es validar este sistema podrido e ilusorio. Conmigo no cuenten en lo absoluto.
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Un tipo llamado Giulio Boccaletti, cofundador de una organización ambientalista llamada Chloris Geospatial, es citado por el sitio oficial del World Economic Forum en uno de sus videos propagandísticos acerca de cómo salvar el mundo, diciendo que en el 2010 ocurrió un monsón desvastador en Pakistán que dejaría a millones en la más profunda pobreza y que ese desastre natural volvería a repetirse en este 2022.
Boccaletti se pregunta el por qué en doce años no pudo hacerse algo que previniera tal cosa. Y la respuesta, en mi opinión, es muy simple. Giulio, consorte, no pudo hacerse nada simplemente porque nada ni nadie puede controlar a la naturaleza. Hay que ser o muy inocente o muy tonto o muy imbécil para creer que se puede andar por ahí evitando terremotos y ciclones. Cállate la boca de una vez y deja de intentar tupir a la gente más simple y llana e impresionable, que es la mayoría. El curso de la historia (y de la vida) es implacable.
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Paella gallarda, ideal para una tarde lluviosa y ciclónica. De acompañante, un Robert Mondavi Cabernet Sauvignon..

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Ayer en Cuba el régimen decidía si enrolaba a la isla oficialmente en el affair “new world order” o si esperaba un poco más. El resultado es el mismo. Y el porvenir también.
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PLUG A TIERRA
Dice Paul Auster que “el mundo en el que hemos estado viviendo es bastante malo”, que “la forma en que vivimos se está desmoronando” y que “las estructuras internacionales en las que vivimos no están funcionando”. Solo un mago sería capaz de encontrar un paralelismo creíble entre las maneras de pensar de Paul Auster y Rafael Piñeiro-López; pero si algo acerca a ambos escritores es una suerte de noción escatológica, según la cual la sociedad contemporánea se estaría yendo literalmente a la mierda.
Puede sonar apocalíptico, pero la lectura de estos comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura no deja lugar a la improvisación exegética, y no sé para Auster, pero para Piñeiro-López el rumbo que lleva la Humanidad no sigue los derroteros ideológicos, políticos y socioeconómicos que hemos transitado hasta hoy durante siglos. Su perspectiva de la realidad no es causa, sino consecuencia, y tal vez no habría mejor pretexto que la crítica –de cine, de televisión, de lo que sea– para justificar su presentación al gran público (si todavía existe un gran público).
En vez de hacer un inventario de catástrofes, yo debería comentar estas viñetas, que son fruto de una especial predilección por la realización audiovisual como medio expresivo, aunque probablemente nunca persiguieron el propósito de un libro. Tampoco dispuesto a engavetarlas, su autor las publicó de manera eventual en las omnipresentes plataformas virtuales: ese estandarte comunicativo de la contemporaneidad que nos convierte en avatares de nosotros mismos, a la espera de un like que nos valide ante la masa.
Ya lo dije: debería comentar, pero son notas sobre cine y televisión, y ni siquiera he visto la mayoría de las películas y series que en este volumen se reseñan. La única alternativa que me queda es decir la verdad: este es un libro de ficción, no de crítica, y mucho menos de ensayo. Lo que hace el autor es novelar lo que ha visto en la pantalla –grande o chica–, y transformar esa visualidad en literatura viva, pletórica de anécdotas y emociones. Por eso es un libro para el disfrute, no para la academia o el estudio sistemático de un tema que ya tiene demasiados exégetas.
Aquí hay de todo lo que podemos haber visto o dejado de ver en las últimas décadas. Piñeiro-López hinca el bisturí con precisión milimétrica –recordemos que además es médico–, mas no para diseccionar el filme de turno como si fuera un cadáver estético, y él un forense de la imagen, sino para identificar ciertas claves que no siempre son evidentes al espectador, pero que hacen fluir la pieza con una especie de “corriente subterránea de sentido” (como diría un maestro de técnicas narrativas) en una dirección muchas veces insospechada.
Dicho lo anterior, leer Fuera De Este Mundo conlleva dos innegables ventajas. Una: la invitación explícita a ver o no ver la pieza reseñada en cada caso, sin perjuicio de que el espectador termine por disentir y formarse una opinión diametralmente opuesta a la del autor del texto. Dos: la invitación implícita a pensar con la cabeza fría en algunas de nuestras pequeñas (y grandes) tragedias cotidianas, para las que no parece haber lugar en los medios de comunicación dominantes, tal vez porque ellos reflejan las corrientes de pensamiento dominantes, y a un pensador por cuenta propia como Piñeiro-López se le hace difícil asimilar esos códigos. Fuera De Este Mundo es por eso un libro fuera de este mundo, y tal vez en ello radique su importancia mayor. Si esperas hallar en él la recomendación simplona del experto que escribe en los periódicos o habla en la televisión, no sigas leyendo.
Hay varias locuras aquí. La primera de todas, armar un artefacto con cientos de páginas, sin dividir sus contenidos en partes menores, o agruparlos según el hilo conductor que los propios temas sugieren. Alguien escribió una vez que organizar un libro de poemas era como querer ordenar el bosque. A Rafael Piñeiro y a sus editores debió ocurrirle lo mismo, cuando se sentaron por primera vez frente a toda una montaña de papeles (lo de papeles es un eufemismo, ya se sabe que hablamos de páginas virtuales).
El resultado es esta especie de diario cinematográfico, donde el lector puede enterarse de lo que ocurre en pantalla, pero también atisbar en la espiritualidad del autor, intuir sus estados de ánimo, su experiencia de vida, que a fin de cuentas no es sino enfrentarse al “horror de los espejos” de que hablaba Borges, y “no solo ante el cristal impenetrable”, sino ante ese “imposible espacio de reflejos” donde la conciencia individual –imprescindible a la redención humana– asume su más auténtico rol protagónico.
No menos loco es llevar al papel unos textos irregulares nacidos mediante parto natural en el ciberespacio. ¿Fueron pensados frente a un ordenador, o tecleados de manera directa en un teléfono inteligente? Quizá no lo sabremos nunca. Se juntan aquí viñetas ligeras y breves –incluso muy breves–, y textos más extensos, articulados desde una especulación filosófica evidente. Pero ¿acaso no son fruto de una era en movimiento, sin asideros visibles, donde los marcos teóricos se difuminan y no alcanzan a explicar los desafíos que plantea la posmodernidad? ¿No serán estos intentos el boceto futurista de una crítica mucho más terrenal y menos desabrida? La respuesta, como es de rigor, está en el viento.
Para Bazin el cine es fotografía y temporalidad: la imagen revela una realidad anterior y muere en ella. En cambio, Deleuze rechaza la sumisión del concepto a la imagen cinematográfica. Por su parte, a Piñeiro lo guía un interés genuino en la subjetividad del género: “Lo más importante que debe encontrarse en una pieza cinematográfica cualquiera, es una historia sólida que traiga consigo momentos memorables. Si una determinada obra logra quitarte el aliento y emocionarte hasta el dolor, entonces ha valido la pena”. Ha comprendido que no puede el lenguaje en sí mismo asegurar la trascendencia, como no logra sensibilizar a casi nadie un relato mal contado. En esa cuerda vibra también su prosa, de muy variados registros, pero siempre capaz de asumir con plasticidad asombrosa el tono de la producción juzgada (porque toda crítica es y deber ser, ante todo, juicio de valor).
Vivimos en tiempos de posverdad, y sería poco menos que ridículo postular enunciados concluyentes. Lo que algunos ponderan como sociedad idílica, para otros no pasa de ser una señal inequívoca de decadencia. El mundo contemporáneo libra una batalla campal de la que apenas llega el fragor. Como vislumbró Foucault, el Poder real se materializa en estrategias de control, y ya no tiene que ver con la soberanía de las naciones, sino con la codificación de la Verdad y su imposición a sectores definidos de población. Esas relaciones subyacen en todo –o en casi todo– el contenido audiovisual del que se ocupan los circuitos de estreno y las inefables plataformas de streaming (llámense Netfllix, Hulu, Amazon Prime).
En esa misma medida, la crítica piñeriana elude, ¿de manera intencional?, toda subordinación al canon, consciente de que asumir el mismo constituye la aceptación tácita de un modelo excluyente desde la raíz, aunque favorecido por el status quo, en su intento de preservar una normatividad cultural que lo sostiene y legitima. Piñeiro no disimula la estocada: apunta al corazón del oponente, sin remilgos buenistas, y mientras Vanity Fair glorifica a un Joel Schumacher como “el director que mejor domó a las estrellas de cine de los 90”, o como “el artesano perfecto al que los grandes estudios siempre recurrían”, él lo describe como un realizador con “la sensibilidad de un dinosaurio extinto” y nunca como “un narrador sagaz”. Sin embargo, no sería justo confundir su criterio audaz con la festinada exaltación de “lo marginal” por lo marginal, o con un exilio institucional irreverente, pero a la vez naíf. ¿Qué es entonces? ¿Un outsider? Un estudio publicado en la prestigiosa Harvard Business Review señala, y cito: “que la probabilidad de éxito creativo es más alta en cierta zona fronteriza entre el centro y la periferia”, porque “el acceso al centro provee legitimidad, mientras la exposición a la periferia proporciona novedad, y esa combinación de legitimidad y novedad siempre genera un impacto”. Si alguna vez Rafael Piñeiro pone mira en esa especie de multiculturalidad prefabricada que nos venden desde determinados círculos –y que nada tiene que ver con la auténtica cultura de los pueblos–, lo hace con ojo panóptico y nunca periférico. Tal vez en ello estriba la razón de su “éxito creativo”.
Fuera De Este Mundo no es un llamado a la evasión existencial, aunque el título en sí mismo revela una postura ideoestética consecuente con el autor. No hay aislamiento intelectual, sino voz antinómica que apuesta por la singularidad en un planeta cada vez más plural e inclusivo, pero también más reduccionista. Sirva este plug a tierra para introducir esa voz contundente, y sirvan estos comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura para entender esos complejos procesos, porque son mucho más que simples comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura.
Leopoldo Luis García (Prólogo escrito para mi libro «Fuera De Etse MundoÑ Comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura»)
Miami, verano de 2022
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Segundo descorche del día: Un ron caribeño añejado por 16 años (en barricas de roble?) que mi madre y mi suegra me regalaron en noviembre pasado y que aún no había probado. Es el Pyrat XO. Muy sabroso! Aroma a musco y roble. Color ámbar profundo. Sabor cítrico notable, como a cáscara de naranja recién recogida de los campos de Jaguey Grande en plena década de los ochenta. Bouquet fuerte y poderoso. La botella es muy cuqui, con terminaciones de primera y un corcho natural excelente y fácil de abrir. Una exquisitez soberbia!


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El Sensei Mizukara es un whiskey blended nipón de calidad mediana, con aroma de alcoholes imprecisos y ligero color ámbar de escasa personalidad. Al gusto constatamos un tenue sabor a caramelo y cedro y el bouquet es de especies picantes que perdura menos que un merengue en la puerta de un colegio. La botella es “asiaticamente” adusta, con tapa de rosca de aluminio y una etiqueta que remeda, al menos a mí me lo parece, a los sembrados de arroz de las faldas volcánicas del Japón. Su grado alcohólico es 40 y el precio es moderadamente contenido. Ideal para compartir en un domingo tras el almuerzo, como (post) aperitivo.

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El propio carácter de la «democracia» occidental le aporta una cuota de autoculpabilidad a las naciones, cosa notable, específicamente, en la cultura norteamericana. Bad Day At Black Rock (1955) de John Sturgess, es un ejemplo tácito. Pero en la década de los cincuenta aún el victimismo no sobrepasaba los márgenes de la redención individual para afincarse en la neo cultura woke que hoy en día atosiga a las artes.
El carácter moral del personaje de Spencer Tracy se eleva sobre los pigmeos deontológicos que lo rodean para redimir al alma de la nación. Que dichos enanos escasamente justicieros estén ejemplificados por tres grandísimos actores como Robert Ryan, Ernest Bornigne y Lee Marvin es algo que nos habla del estado saludable del Hollywood de la época, a pesar del complejo de culpa que ya torturaba a la pieza de Sturgess. Desde entonces hacia acá, el mundo ha dado un vuelco…

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El destacado crítico cinematográfico Roberto Madrigal ha escrito sobre “Fuera De Este Mundo”:
“Incalificable
Roberto Madrigal
Rafael Piñeiro López subtitula, modestamente, su libro Fuera de este mundo como “Comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura”. Lo que sucede es que este texto es eso, pero también mucho más. Comentarios, críticas, reseñas, observaciones, ninguna de estas clasificaciones es capaz de definir el alcance de esta obra.
A través de la observación de filmes, seriales, documentales y sus directores, el autor fija una agudísima mirada que lo lleva a recuerdos de su infancia, análisis políticos, así como a reflexiones sobre las artes audiovisuales y la literatura, que concluyen en un total que rebasa quizá las intenciones del autor.
Con filo quirúrgico, no hay que olvidar que el autor es también médico, va extrayendo capas de significados que se pueden leer entre imágenes de las obras que analiza, pero que escapan a la mirada superficial, o al enfoque rígido del especialista o del académico. PiÑeiro López va mucho más allá porque no se limita a una visión, sino que deja que su ojo recorra fluido los contenidos y les extraiga lo que quizá ni los propios artistas pudieron ver o quisieron decir.
Sus textos, que puede ser epigramáticos o profundamente reflexivos, son todos, sin excepción, provocaciones, retos a mirar la realidad con lente abierto. No hay que estar de acuerdo con lo que dice, porque lo mejor de este libro es que uno termina disfrutando más el texto mismo de PiÑeiro López, que las obras sobre las cuales desata su imaginación.
Dichosos los que hoy puedan adquirir y gozar de este regalo del autor”.
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Esta tarde la chef Anabel Gallardo preparó un busiate trapanesi (pasta de sémola de grano duro proveniente de Sicilia) acompañado de una salsa cremosa homemade de queso parmesano con paprika y tomate y camarones al horno. He de decirles que es uno de los platos más exquisitos que he probado en mi larga y azarosa existencia. Lo acompañé con un Merlot californiano Robert Mondavi Private Selection. Ataja, Matojo!

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Lechuga asada con un tope de queso mozarella y almendras tostadas. Picadillo de pavo a la cazuela sazonado con pimienta negra, orégano y turmeric. Mushroom portabella salteado en aceite de oliva y vinoseco. Ensalada de pepinos, colorados, garbanzos y pintos. Un festival soberbio de sabores en este ocaso de martes, tras la pincha. Para beber? Agua!
Chef Anabel Gallardo


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Esta noche Ani hizo unos pío nonos de huevos, picadillo y plantains, acompañados de lechuga morada, arroz integral y una copa de vino californiano…

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Angel Velázquez Callejas sobre mi libro «Fuera De Este Mundo»:
Una relectura sosegada del libro Fuera de este mundo, en el cual se reseñan una variedad de filmes con diversas facturas estéticas, resumen para el autor un fin común: la violencia como pasado, presente y futuro de este mundo. La violencia como conformador cuasi natural del tejido social y cultural de este mundo, en donde todos los sujetos existentes se ven obligado a navegar en el fluir de la violencia. Quizás el título que lleva este libro, Fuera de este mundo, constituya un guiño de la epojé trascendental para ser humano. Desde una retirada, una huida de este mundo se podría captar en su esencialidad antropológica. ¿Qué pasará con el futuro del arte cinematográfico? No voy a detallar ni el contexto ni el contenido de cada una de las películas cuyas estéticas expresan estar dentro del bullir de la caldera ardiente de la violencia. Me limitaré a la visión abstracta, al resumen y la síntesis.
En el caso de este autor, de profesión médica, ha preferido huir de la violencia, que participar en ella. Es un estado de animo que lo alcanza y lo sobrepasa. Desde un lugar, a partado y fuera de este mundo, ha creido plausible tratar la critica cinematográfica para dejanos saber que toda la historia de la humanidad es la historia de la violencia. Me refire a las películas de acción, mediante la cuales el autor lanza una mirada sobre la violencia.
Para referirnos a la violencia no podemos por menos de decir unas cuantas cosas sobre el hombre como antiguo corredor y antiguo lanzador de objetos. No se trata de nada nuevo: quien lea este libro, siempre se arriesga a recibir una lección antropológica, y quien es aficionado al cine de acción, se encuentra cerca de la paleoantropología, porque la acción nos proporciona la clave largamente extrañada de la transición del mono al hombre.
La cultura popular actual escenifica una regresión desde el drama a la acción: el lugar de los conflictos interpersonales del tipo representado en la alta cultura lo ocupa ahora todo un frente de secuencias interbestiales o intermecánicas de acción que a primera vista nada parecen tener en común con la dimensión humanamente formadora de la cultura dramática y narrativa tanto europea como oriental. Y hasta qué punto también en estas escenas de acción hay cierta dimensión formadora, aunque no en el sentido de una humanización sino de una hominización.
Lo que la Historia académica estudia bajo el epígrafe de Prehistoria es, de hecho, lo contrario de lo que los libros de texto presentan: un mundo aparentemente ayuno de acontecimientos en el que aburridas poblaciones de cazadores y recolectores vegetaron durante cientos de miles de años en una existencia insulsa hasta que aparecieron guerreros, reyes y escribas que desataron la Historia. En realidad, el larguísimo periodo de la llamada Prehistoria está lleno hasta los bordes de un acontecer
cuyo dramatismo supera todos los dramas escritos. Este acontecer es el de la hominización original.
Durante millones de años, un único y gigantesco acontecimiento, un proceso titánico cuya violencia y tensión ensombrece todo lo que sucedió después, excepto quizá la invención del fuego nuclear. ¿Quién no reconocería que esto es un desafío a la historiografía? Si hojeamos los libros de los paleontólogos, a la mayoría de los lectores nos sobreviene un malestar. El desganado escarbar de los especialistas en los restos óseos de los prosimios africanos y chinos no está a la altura de su objeto de estudio si concedemos que la llamada Prehistoria, necesariamente entraña el hecho más impresionante, el acontecimiento de los acontecimientos, la inmensa catástrofe de la que provenimos.
Así las cosas, el moderno cine de acción auscultado por Rafael es una especie de escritura experimental de la Protohistoria que emplea los medios técnicos cinematográficos más avanzados para incidir en los secretos arqueológicos de la humanidad. El cine de acción que Pineiro atestigua saca a la luz un aspecto de la verdad sobre el acontecimiento inaugural que creó la humanidad y que podríamos titularlo como la secesión de las hordas humanas de la vieja naturaleza.
Los dos elementos universales del cine de acción que Rafael describe -correr y disparar- aparecen generalmente ligados a secuencias que los cineastas llaman «persecuciones». No muy diferente fue el gran acontecimiento de la Prehistoria que dio origen al Homo sapiens como el animal corredor cuyas piernas miden dos quintos de su estatura y que se convirtió en el ser humano porque sobrevivió a las persecuciones.
Para ello fue necesario que los primeros humanos se transformarán de fugitivos en contra atacantes -arrojando piedras y blandiendo palos. La unidad de ambos gestos, el de correr para escapar y luego volverse y lanzar proyectiles al atacante, es el modelo de acción más antiguo de la humanidad; es realmente el patrón que hizo avanzar la hominización y permitió la formación de un medio ambiente grupal específicamente humano.
La singular combinación de la capacidad de correr y lanzar proyectiles creó un anillo invisible alrededor de los que poseían estas competencias especiales, distanciándolos del resto de la naturaleza, que desde entonces ya no podía forzar a los seres humanos a adaptarse al entorno simplemente por medio de su cuerpo.
En el interior de este anillo invisible, la cabeza humana se hizo notablemente grande, la piel notablemente fina, las mujeres notablemente bellas, la sexualidad notablemente crónica y los niños notablemente infantiles.
Las viejas hordas sapiens eran islas flotantes o, mejor aún, volantes- en las que la naturaleza se permitió el experimento de una evolución exuberante con consecuencias para el «mundo». Al conseguir los humanos, evitar la presión directa de animales competidores corriendo delante de ellos, arrojándoles piedras o golpeándolos, la humanidad se distinguió como la especie que levantaba la cabeza, miraba el campo abierto y se mantenía despierta. La conducta teorética apareció en el hombre muy temprano, hasta cierto punto fruto del exceso de vigilancia, que abrió los ojos del animal atento Homo sapiens a campos exuberantes y silenciosos.
Desde esta perspectiva se explica el tercer aspecto universal del cine de acción: la espera, la tranquilidad, el baño de calma del protagonista antes del ataque, los pequeños movimientos de los criminales en la escena donde nada ocurre porque está preñada de acontecimientos inminentes.
El cineasta que lleva todo esto a la pantalla no está promoviendo a priori la brutalidad, como asegura la crítica cultural, ni tampoco especulando siempre con los infalibles instintos más vulgares de sus semejantes. Es ante todo y de hecho un explorador de la Prehistoria que lanza unas sondas al campo de la hominización para descubrir y descubrirnos el contenido real de la formación del hombre prehistórico. La película de acción explora, según creo ver en los análisis de Rafael, el nunca del todo olvidado límite de conflicto donde se decide la supervivencia o la aniquilación de las hordas y hoy de la humanidad.
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Siguen las terribles escaseces, el pésimo servicio, los sobreprecios tremendos… y ya ni siquiera hablamos de ello. A todo nos acostumbramos, cierto? Y los que rigen… lo saben. Es lo que les digo todo el tiempo… pasito a pasito…
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Gracias a pensadores post liberales como Patrick J. Deenan o el muy joven Aditya Prathappor, ya no es necesario continuar incluyendo al conservadurismo y al liberalismo tradicional de derechas dentro de un mismo saco. A pesar de la muerte inminente (o ya consumada) de las clasificaciones ideológicas tradicionales nacidas a la sombra de las revoluciones del siglo dieciocho (específica y fundamentalmente la francesa) aún hoy es preciso establecer que la teoría naturalista de Locke es bastante incompatible con las apetencias humanas y los intereses de los círculos de poder que rigen y regirán el mundo. Y es una tranquilidad comprobarlo, créanme.
Yo mismo, en un rapto de irrealidad utópica, tiendo a pensar que la salvación de los “valores humanos tradicionales” yace allí donde un gobierno de sabios (un imposible práctico, por cierto) imponga mano dura y acarree a las masas hacia la consecución no de un “bien común” sino de realizaciones personales. ¡Que difícil paradoja! Pero aunque pueda parecer contraproducente, ya en la mismísima América Latina tuvimos una regencia “post liberal” ejemplar en el gobierno militar de Chile, donde la “bonanza colectiva” se estableció a partir de una administración severa en el cumplimiento de las leyes, que no admitía “pedanterías” a las masas.
Por cierto, hoy es Septiembre 11, y más allá del recuerdo execrable del atentado terrorista del 2001 y sus funestas consecuencias posteriores para las libertades individuales, también se celebra aquel pronunciamiento militar que terminó sacando del poder al cáncer del colectivismo “positivista” lidereado por el títere de los socialismos de la época, el infausto doctor Salvador Allende…
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No soy cristiano, pero tampoco anticlerical. No soy dinástico, pero tampoco antimonárquico.
Es decir, según las antiguas nomenclaturas (realmente ya no válidas en lo absoluto) no soy de izquierdas ni cagando. La vida es mucho más compleja que una simple cuestión de etiquetas (pero aún así, uno tiene su corazoncito anticolectivista latiendo saludablemente).
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Salmón a la sartén con un tope de heavy cream con espinacas, sun-dried tomatoes, paprika, limón y queso mozarella. De acompañantes puré de papa homemade, aguacates de Homestead y col morada. Para beber, un Merlot californiano Robert Mondavi inusualmente grueso y seco de perfecto equilibrio ácido y baja predominancia de taninos.
Chef Anabel Gallardo. Sommelier: Yo Mismo
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Tortilla española acompañada de tomates cherry, col morada y blanca, zanahoria, cebolla, pepinos y quinoa aderezados con sal, limón, vinagre y aceite de oliva. Un side de lujo en base a garbanzos fritos condimentados con paprika, pimienta y sazón completo. Para beber? Agua!

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El discurso de Joe Biden en el que declara a sus rivales políticos como enemigos de la patria, constituye un parteaguas en la historia política de esta nación y, por ende, de todo el Occidente. Es el pináculo de las ambiciones dictatoriales del mal llamado «progresismo» ideológico. Tal parece que el fenómeno «Donald Trump» ha terminado convirtiéndose en la excusa perfecta para arrasar con cualquier disenso social.
Sí, vivimos tiempos oscuros y confusos, donde muchos que se catalogan a sí mismos como «derechistas» e incluso «conservadores» siguen considerando al actual «presidente» y a sus asesores como seres incapaces e ineptos alejados de la realidad, como torpes operadores políticos que no saben a dónde van… y a sus críticos más lúcidos como «conspiradores». (En esa infausta categoría conciliábula entrarían desde Sorah Ahman hasta Patirck J. Deenen).
… tiempos en que los alabarderos alados de la «democracia» justifican y aplauden el conato de veto por parte de esta administración, bajo la peligrosa premisa de que «el mal debe ser acallado», idéntico argumento al de tantos horrores previos. Pero el «futuro luminoso» tiene que construirse a cualquier costo, sobre todo por encima de los cuerpos pútridos del pasado, a la usanza de la revolución francesa…
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Yo lo veo de la siguiente manera: Chile probablemente no caerá impunemente en el comunismo al estilo del socialismo del siglo XXI. El destino de Chile es otro, el del colectivismo tecnológico de Schwartz. Foro de Davos 1. Foro de Puebla 0