Gracias a pensadores post liberales como Patrick J. Deenan o el muy joven Aditya Prathappor, ya no es necesario continuar incluyendo al conservadurismo y al liberalismo tradicional de derechas dentro de un mismo saco. A pesar de la muerte inminente (o ya consumada) de las clasificaciones ideológicas tradicionales nacidas a la sombra de las revoluciones del siglo dieciocho (específica y fundamentalmente la francesa) aún hoy es preciso establecer que la teoría naturalista de Locke es bastante incompatible con las apetencias humanas y los intereses de los círculos de poder que rigen y regirán el mundo. Y es una tranquilidad comprobarlo, créanme.
Yo mismo, en un rapto de irrealidad utópica, tiendo a pensar que la salvación de los “valores humanos tradicionales” yace allí donde un gobierno de sabios (un imposible práctico, por cierto) imponga mano dura y acarree a las masas hacia la consecución no de un “bien común” sino de realizaciones personales. ¡Que difícil paradoja! Pero aunque pueda parecer contraproducente, ya en la mismísima América Latina tuvimos una regencia “post liberal” ejemplar en el gobierno militar de Chile, donde la “bonanza colectiva” se estableció a partir de una administración severa en el cumplimiento de las leyes, que no admitía “pedanterías” a las masas.
Por cierto, hoy es Septiembre 11, y más allá del recuerdo execrable del atentado terrorista del 2001 y sus funestas consecuencias posteriores para las libertades individuales, también se celebra aquel pronunciamiento militar que terminó sacando del poder al cáncer del colectivismo “positivista” lidereado por el títere de los socialismos de la época, el infausto doctor Salvador Allende…
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