El propio carácter de la «democracia» occidental le aporta una cuota de autoculpabilidad a las naciones, cosa notable, específicamente, en la cultura norteamericana. Bad Day At Black Rock (1955) de John Sturgess, es un ejemplo tácito. Pero en la década de los cincuenta aún el victimismo no sobrepasaba los márgenes de la redención individual para afincarse en la neo cultura woke que hoy en día atosiga a las artes.
El carácter moral del personaje de Spencer Tracy se eleva sobre los pigmeos deontológicos que lo rodean para redimir al alma de la nación. Que dichos enanos escasamente justicieros estén ejemplificados por tres grandísimos actores como Robert Ryan, Ernest Bornigne y Lee Marvin es algo que nos habla del estado saludable del Hollywood de la época, a pesar del complejo de culpa que ya torturaba a la pieza de Sturgess. Desde entonces hacia acá, el mundo ha dado un vuelco…

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