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Anoche un grupo de amigos nos juntamos en la casa del ser, también conocida como la residencia del Doctor Angel Callejas de Velazquez para beber whisky y cervezas, para comer chuletas ahumadas y garbanzos fritos y tostones y para conversar sobre un montón de temas; es decir, nos reunimos para joder un rato. Entre los temas que se trajeron a colación estuvo el de la guerra de Rusia con Ucrania; también hablamos sobre ciertos “intelectuales orgánicos” del castrismo que hoy forman parte del “antineocastrismo” oportunista; sobre poesía del siglo XX y hasta se suscitó un debate sobre cuál ha sido la mejor novela escrita en Cuba (no faltaron los jodedores que citaron ciertos bodrios actuales para azuzar a los otros). Pero como siempre, la mayor profundidad intelectual se concentró en la cata y en el tema consabido del whisky, por supuesto, pues no hay obra mayor que un caldo escocés destilado en barriles especiales, a la sombra del invierno norteño, durante un retongonal de años.

El Doctor Callejas nos recibió con una serie de elixires de primera: el consabido y clásico y popular Johnnie Walker black label; su hermano mayor y trago de acaudalados banqueros, el Johnnie Walker blue label; y un single malt Genlivet 18 years de las tierras altas. El escritor Armando de Armas se apareció con su ya clásico The Sexton, esa maravilla irlandesa que no sólo es single malt sino que se destla tres veces, como todo buen “whiskey” de aquellos lares. Y yo cargué con un Islay Gold Orla procedente de las islas donde los tipos recios se lanzan a las aguas a ganarse el sustento diario, mientras la turba cocina sus ingentes caldos. Los escritores Leopoldo Luis García, Tino Diaz y Eduardo Rene Casanova Ealo aportaron desde su paladar opiniones y razonamientos irrebatibles, pues cada “testor” que apele a sus gustos individuales es sabio y respetable.

Yo primero descorché y probé el Glenlivet de 18 años, que posee una botella clásica de pico alto con etiqueta transparente y una faja negra que apunta al Batch Reserve. Su sello nos muestra el 1824 como fecha de fundación y en el cristal está grabado a relieve el “George & J. G. Smith ltd” tan tradicional que todos conocemos. De color ámbar intermedio, el elixir está añejado en barricas dobles, primero cedro americano y luego cedro europeo que aportan olor y sabor al destilado. Y cómo huele éste Genglivet soberbio? Pues a yerbas frescas y manzanas verdes con algo de vainilla. Y al paladar se repiten las manzanas y la orquídea, además de las flores y madera. Su persistencia es media. El Johnnie Walker Blue Label, por su parte, creado con una mezcla de rarísimos y caros elixires escoceses, nos llega contenido en la clásica botella de la marca donde sobresalen sus dos escudos, en el tronco y en el pie, una etiqueta azul cruzada y la faja crema con la firma del maestro destilador y el número de la botella. También de color ámbar mediano, esta maravilla huele a pera, flores y algo de malta. El líquido es aterciopelado, como butterscotch, mantequilloso, y sabe a gloria, con el recuerdo de flores y un bouquet de pimienta y levísima menta que antecede, trago tras trago, a toda la vainilla que se va liberando exponencialmente.

El The Sexton, por su parte, nunca defrauda. Este elixir es, sin duda alguna, uno de los mejores que existen allá afuera en cuanto a relación de precio y calidad. Su botella es monárquica; hexagonal, negra como la noche, con relieve de moneda en sus hombros y su base, posee una única e impresionante etiqueta oscura donde se destacan la silueta de la calavera con sombrero de frac, que es el signo patognomónico del caldo, y el contraste del dorado de las letras. Su corcho es de primera, dorado también. Y a la naríz nos llega la miel, el jerez, el caramelo y la melaza. El sabor nos trae frutos dulces y tofu o quizás chocolate, madera y también jengibre. Su persistencia es larga y su gozo infinito. Se nota la maduración en barricas de jerez durante 4 años. Y por último el Orla, destilado en las islas salvajes, de botella clásica y etiqueta simple y ancha. Este Island, un peated recio y sin embargo noble, huele naturalmente a mar y a algas, y la integración del alcohol es cuasi perfecta a la nariz. Su sabor no es para todos, a mí fue el menos que me gustó. Es extremadamente aceitoso en lengua y mucosas, grueso y mantequilloso. El humo es notable, y hay sal y quizás hasta frutos verdes. El final es largo pero sin pimienta, lo que lo convierte en un trago de difícil carácter.

Y hasta aquí mis modestas opiniones alcohólicas. Del resto hablaremos luego.

Publicado por

Rafael Piñeiro-López

Rafael Piñeiro-López, escritor, ensayista y Doctor en Medicina (1994). Ha sido articulista en diarios como Periodista Digital (España) y La Razón (Argentina). Ha publicado los poemarios "Los Hombres Sabios" (NeoClub 2015) y "La Bala De Sansón" (Signum Nous, 2016), y el libro de reseñas "Fuera De Este Mundo: Comentarios sobre cine, Televisión, Sociedad y Cultura" (Ego de Kaska 2022) se encuentra actualmente en proceso de edición. También ha sido parte de numerosas antologías como "50 Escritores Cubanos: Panorámica De La Nueva Literatura Exiliada" (NeoClub 2015), "Antología De Cuentos" (Exodus 2021) y "El Libro Rojo Del Marxismo Cultural" (Exodus 2021). Fue fundador y editor general de la revista sobre Arte, Cultura y Pensamiento "Signum Nous". Reside en la ciudad de Miami.

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