Los votantes republicanos se asombran y se indignan con las demoras en el conteo de votos de las diferentes legislaturas, como si la misteriosa aparición de nuevas boletas favoreciendo al partido que gobierna en Washington fuera un hecho inédito y no un deja vu terrible de lo que ya acaeció en noviembre del 2020. Pero lo más increíble es que para muchos de ellos la respuesta es seguir votando, a como de lugar.
La Diosa Democracia suele acarrear a más fanáticos insensatos que cualquier otra religión en la historia de los hombres. No importa cuantas veces te esquilmen y te violen; te seguirás prestando a ser sodomizado.
El show debe de continuar a toda costa. Las dos alas establecidas de la oligarquía, el antiguo Partido Republicano, ahora unido a la élite del Partido Demócrata como una única entidad política gobernante, debe seguir rigiendo sobre todas las cosas. Por eso trabajan juntos desesperadamente para evitar la revuelta de hombres y mujeres trabajadores enfurecidos y traicionados que apoyan a Donald Trump.
¿Y cuál es el mejor remedio? Hacer creer a esa inmensa masa de agraviados que con su voto pueden cambiar el status quo imperante. Es un círculo vicioso e irredimible de una crueldad absoluta. Y en eso estamos, apostando a que la “democracia”, como el soberbio Dios del viejo testamento, nos salve de las vicisitudes y las plagas.
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