La cinta noruega Narvik, más allá de sus posibles miserias y bonanzas, trasmite una verdad irrefutable aunque impopular: las heroicidades patrias en pos de una victoria militar, el auto sacrificio incólume y sacro, son absurdos inútiles. El único heroismo relevante es aquel que puedes hacer (y haces) por tu familia y por tus hijos. Asesinar aún si fuera pertinente. Y es que la historia de la humanidad no es más que la de la inmolación épica y trascendente por los seres queridos. Políticos y banderas son la fascia despreciable de la ecuación.
