Creo firmemente que vivimos los prolegómenos de una nueva etapa en la historia de la humanidad, de un nuevo episodio “socio-político” post capitalista que comenzó a estructurarse en términos prácticos un poco después de la mitad del siglo pasado y que terminó por establecerse tras el triunfo presidencial de Barack Obama en los Estados Unidos y la creación y popularización del smart phone. El cierre del ciclo pre secuencial aconteció, pienso yo, con el establecimiento práctico de la paralización de las fuerzas productivas a causa del manejo oportunista de una pandemia que muchos aceptaron y acunaron con beneplácito (mientras el poder de gobiernos e instituciones se volvía invencible) y, sobre todo, con la instrumentalización de un golpe de estado político minuciosamente planificado y ejecutado por instituciones partidistas y gubernamentales en noviembre del 2020.
Como todos sabemos, la fuerza de la historia es imparable. Resguárdense, aquellos que aún siguen creyendo en las leyes del viejo mundo, de la mejor manera posible si es que no quieren ser barridos por la ola de la “nueva modernidad”. Aunque todos sabemos que la capacidad de adaptación del ser humano es inconmensurable, y es allí donde radica la garantía del éxito de los nuevos hacedores del futuro.
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