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Trump podrá ser un bocazas irremediable, pero en algo le asiste toda la razón del mundo: las elecciones del 2020 fueron robadas. Todas las normas matemáticas y estadísticas saltaron por los aires, con la anuencia y el beneplácito de tirios y troyanos. Gracias a ellos, es ya carne este nuevo mundo en que vivimos, claro está. Las reglas de juego han cambiado y las ideologías tradicionales no atesoran peso alguno en el debate “político” actual. El futuro, cuasi milimétricamente planificado, no es otra cosa que el presente.

Sigan, sigan creyendo que el chicharrón es carne…

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El mundo que conocemos se derrumba. El sistema bancario se encuentra en crisis absoluta, las escaseces son notorias (incluyendo medicamentos, automóviles, materiales de construcción…), el último presidente medianamente libre que ha tenido esta nación en los últimos 35 años se va preso el martes, un poder etéreo y supra institucional controla casi cada estamento de la vida…

Lo peor está por llegar.

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Jerzy Skolimowski, ese notable y hasta mítico realizador polaco, que estuvo muy relacionado a los inicios de Polanski, por ejemplo, puso a rodar la cámara tras un burro gris e imaginó una travesía cualquiera. No hay que aclarar que el jumento podría ser cualquiera de nosotros, claro.

«Eo» (2022), que acaba de ganar el festival de Cannes, es una pieza para espíritus sensibles que atisban la verdadera poesía dentro de los contornos de la vida común y no en el ejercicio forzado de intentar acumular palabras presuntamente sabias en un papel cualquiera. Podría parecer, incluso, que Skolimovsky lucha contra la tentación de abusar de la belleza gráfica. Y no erramos. Hay una historia cierta que puede palparse en cada toma y que, a medida que avanza el metraje, se hace más clara y más concisa.

Eo es el espejo de nosotros, la mirada acrítica y circunstancial de la naturaleza de la vida, implacable en sus designios y pasares. Desde esta perspectiva es que el filme de Skolimovsky, un ejercicio de añoranzas y recuerdos, adquiere un real significado. Y es que la muerte y el dolor encierran en sí mismos la belleza de una vida cualquiera. Es ley natural.

La mirada triste de Eo es la misma de Regis, que sufrió Dios sabe dónde los avatares y la furia de la vida, que es la peor de todas. Eo es un Forrest Gump eslavo que no trasciende época alguna y que en vez de tropezarse al azar con lo más relevante de la historia, suspira entre aconteceres y miserias cotidianas. Eo es un burro hermoso, azul, cuasi Platero pero más Eeyore. Su tristeza es innata

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Pierre Melville filmó «Leon Morin, prêtre» en 1961, adaptando la novela de Béatrix Beck del mismo nombre. La cinta de Melville es una pieza profunda de teología cristiana, donde la vergüenza gala de la segunda guerra mundial, manifestada en la figura ambivalente y dubitativa de Barny (Emmanuelle Riva), se revela como una disquisición filosófica e ideológica entre el cuerpo de la nación y sus habitantes.

El estilo de la pieza es bucólico, realista, y prevalece la oralidad sobre lo físico, donde la ingravidez del silencio en las pausas se sobrepone a la música o a cualquier otro “artificio”, por ejemplo.

Barny se debate entre la lógica naturaleza humana y la quimera idílica del catolicismo que aboga siempre por la pobreza material a expensas de un alma iluminada, del amor sin cortapisas en pos del voluntarismo férreo del militante obcecado.

En este mismo sentido, Melville contrapone, en cierta forma, las dos grandes formas de colectivismo “compasivo” que han prevalecido en las sociedades durante los últimos siglos: catolicismo contra comunismo. O quizás Melville lo que hace es aún más complejo, al no contraponer sino simplemente sobreponer el uno al otro.

Y la imposibilidad de discernir sobre sus verdaderas razones se debe a esa frialdad quirúrgica con que el realizador francés atisba a su historia y a sus personajes. Para Melville el amor y el deseo no triunfan sobre el deber o las ideas. O lo que es lo mismo, Melville es, en ese sentido, un puritano.

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A propósito del “Manifiesto Conservador” de Jordan Peterson, creo que la declaración de intenciones es notablemente light. Peterson es un tipo con muchísimo sentido común, aunque nos adeuda profundidad intelectual. Su visión del futuro me parece medianamente naive, además de que la realidad no es una charla motivacional. No obstante, es un tipo que en esta nueva era de tecnología expositiva, ha logrado traer algo de prudencia al debate social

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Hace tres años hoy, comenzaba cuasi oficialmente la histeria por el Covid.

Tal conmoción paralizaría a aquel mundo y cambiaría para siempre a este.

Hace tres años hoy, los grandes poderes y sus secuaces, los políticos, comprobarían cuán fácil es disponer del alma de la gente.

El efecto es y será imperecedero.