3122

Por estos días he leído en más de una ocasión que el poeta Heberto Padilla no tenía miedo. Y no es cierto. Padilla estaba literalmente cagado del miedo. Quizás cómo nosotros, ustedes, todos. El miedo, ese instinto natural del hombre, ha sido enarbolado por los totalitarismos, las autocracias y las democracias como arma de sometimiento y de castigo. El miedo físico de la tortura de la carne y el miedo irreal de los fantasmas de la psiquis. Todo miedo es válido, dirían aquellos que se ocupan de nuestra “bonanza” y de nuestra “seguridad”. Pero no hay diferencias entre aquel Heberto desvergonzado que delataba por los codos durante el episodio aciago de su auto inculpación y los otros que callamos ante la devastadora fuerza colectiva del “bien común”. La libertad real es una quimera, lo sabemos bien. Validar, como lo hacemos a diario, su farsa nos convierte en un ejército de Padillas furibundos. No somos héroes, como no lo fue el poeta, ni tampoco villanos. La miseria es un sine qua non de la existencia de todos. Dejemos la hipocresía a un lado.

3120

Y entonces… ¿fue el poeta Heberto Padilla nuestro Galileo Galilei? (“eppur si muove”).

Lo pregunto porque se ha revivido aquella narrativa de Reinaldo Arenas de que Padilla se habría burlado de sus represores (imitando el lenguaje y los gestos de Castro) durante su infausto ejercicio auto inculpatorio.

¿No será demasiada fantasía “patriótica” de nuestros compatriotas, siempre tan propensos a la pseudo heroicidad inclaudicable?

3108

La hipérbole criolla se manifiesta en todos los espacios de la vida, incluyendo el arte y la literatura, por supuesto. Es hora de dejarlo claro. Ni Virgilio es Solzhenitsyn ni Padura (mucho menos) es Richard Price. Aunque en términos reales Virgilio es más Solzhenitsyn que Padura, Price.

Lamentablemente la Cuba del último medio siglo ha gravitado, con una intransigencia brutal, entre la pseudocultura politizada del castrismo y el folklorismo antillano. De allí los dedazos redentores que señalan, con la implacabilidad que concierne al propio Dios, a los elegidos entre los elegidos. Toda una farsa, como son los asuntos de los hombres.

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La entelequia del castrismo también fue construida por la cultura militante, tal y como además acaeció en otros regímenes totalitarios. Dirigentes partidistas que planificaron y ejecutaron una política de la “cultura del pueblo” no hacían otra cosa que, bajo la propia y burda justificación del arte por el arte, validar y estructurar el horror. Muchos de esos “programadores ideológicos” moran por estos lares disfrazados de titanes de la tolerancia, de vetustos defensores de la democracia occidental. Y venden la imagen idílica de una cultura descontaminada (cuando todos sabemos la imposibilidad de tal premisa en un lugar como la Cuba post 59) para resarcirse a sí mismos, para edulcorar un pasado represivo (siempre desde la propia cultura, por supuesto).

Pues resulta que andan por ahí esas auras poniendo la cura antes que salga el grano, para que la gestualidad insomne, la fraseología revolucionaria, el discurso apasionado y febril de viejas cintas documentales, se suavicen, se maticen y parezcan así pues… simples ejercicios culturales… Lo que hay que ver en estos tiempos! Los verdugos y los defensores de los verdugos renaciendo como el ave fenix e, incluso, dando lecciones de civilidad y justicia.

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Qué importancia atesora la literatura en los tiempos que corren? Lamentablemente ninguna. La literatura ha muerto, en el sentido de la relevancia de modelar o tan siquiera, de ser un testimonio del mundo en que vivimos. La literatura, claro está, se alimenta de sus lectores. Y cuántos lectores sostienen la realidad de la literatura como asunto relevante o, incluso, trascendental? Si acaso una esmirriada minoría. A la literatura le ha dado un patatús en esta nueva era donde otras tantas cosas también comienzan a morir o han muerto. Entonces, qué relevancia atesora un premio literario dado, para colmo de males, por una dictadura sangrienta y profundamente antihumana que si acaso algo no le importa es precisamente la literatura? No alcanzo a entender el entusiasmo “literario” de aquellos quienes, mientras aseguran que la política no es de su incumbencia, cosa loable, corren a redimir no a un poeta cualquiera sino a un ministerio de cultura que, como el de la Verdad de Orwell, no hace cosa que tratar de validarse a sí mismo entre aquellos incautos que aún creen que la literatura atesora algún valor? Señores, el premio nacional de literatura es tan sólo comida para posts ya casi en año nuevo. Y nada más.

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Estas elecciones de medio término han seguido el patrón de las presidenciales del 2020; es decir, los resultados se han demorado en contiendas claves a consecuencia del “voto por correo” que ha saturado nuevamente al sistema con miles y miles y miles de boletas fraudulentas y fantasmas que terminan contándose a deshora, revelando resultados siempre favorables al partido demócrata. Todo esto, claro está, a vista y paciencia del otro conglomerado partidista, que en una especie de pacto sinistro se ha dejado sodomizar con una complicidad verdaderamente espeluznante.

Anoche a esta hora los republicanos aún aventajaban por dos asientos a sus rivales en el senado. La distancia se acortó a uno, y todo hace indicar que los demócratas retendrán la cámara mayor sin grandes complicaciones. Un verdadero jarro de agua fría para los crédulos patriotas de cartón. En el congreso la cosa es aún peor. De una ventaja de 24 escaños que obstentaban anoche los republicanos, hoy los números se han reducido a… 12 asientos! La masacre, tolerada por políticos, medios e instituciones de toda laya, llegó para quedarse, tal y como se suponía. (Nada de esto es casual y está sólidamente cronometrado).

USA está muerta y enterrada desde aquel fatídico mes de marzo del 2020 cuando la administración Trump fue simplemente incapaz de brindar un ápice de resistencia frente a los poderes que dictan las pausas en el mundo civilizado y establecen que hacer. Señores, recojan los bártulos, protejan a sus familias con los dientes, eduquen dentro de lo posible lo mejor que puedan a sus hijos y sus nietos y esperen la llegada del espléndido futuro que se avecina. Luego no digan que no se lo advertimos.

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Anoche un grupo de amigos nos juntamos en la casa del ser, también conocida como la residencia del Doctor Angel Callejas de Velazquez para beber whisky y cervezas, para comer chuletas ahumadas y garbanzos fritos y tostones y para conversar sobre un montón de temas; es decir, nos reunimos para joder un rato. Entre los temas que se trajeron a colación estuvo el de la guerra de Rusia con Ucrania; también hablamos sobre ciertos “intelectuales orgánicos” del castrismo que hoy forman parte del “antineocastrismo” oportunista; sobre poesía del siglo XX y hasta se suscitó un debate sobre cuál ha sido la mejor novela escrita en Cuba (no faltaron los jodedores que citaron ciertos bodrios actuales para azuzar a los otros). Pero como siempre, la mayor profundidad intelectual se concentró en la cata y en el tema consabido del whisky, por supuesto, pues no hay obra mayor que un caldo escocés destilado en barriles especiales, a la sombra del invierno norteño, durante un retongonal de años.

El Doctor Callejas nos recibió con una serie de elixires de primera: el consabido y clásico y popular Johnnie Walker black label; su hermano mayor y trago de acaudalados banqueros, el Johnnie Walker blue label; y un single malt Genlivet 18 years de las tierras altas. El escritor Armando de Armas se apareció con su ya clásico The Sexton, esa maravilla irlandesa que no sólo es single malt sino que se destla tres veces, como todo buen “whiskey” de aquellos lares. Y yo cargué con un Islay Gold Orla procedente de las islas donde los tipos recios se lanzan a las aguas a ganarse el sustento diario, mientras la turba cocina sus ingentes caldos. Los escritores Leopoldo Luis García, Tino Diaz y Eduardo Rene Casanova Ealo aportaron desde su paladar opiniones y razonamientos irrebatibles, pues cada “testor” que apele a sus gustos individuales es sabio y respetable.

Yo primero descorché y probé el Glenlivet de 18 años, que posee una botella clásica de pico alto con etiqueta transparente y una faja negra que apunta al Batch Reserve. Su sello nos muestra el 1824 como fecha de fundación y en el cristal está grabado a relieve el “George & J. G. Smith ltd” tan tradicional que todos conocemos. De color ámbar intermedio, el elixir está añejado en barricas dobles, primero cedro americano y luego cedro europeo que aportan olor y sabor al destilado. Y cómo huele éste Genglivet soberbio? Pues a yerbas frescas y manzanas verdes con algo de vainilla. Y al paladar se repiten las manzanas y la orquídea, además de las flores y madera. Su persistencia es media. El Johnnie Walker Blue Label, por su parte, creado con una mezcla de rarísimos y caros elixires escoceses, nos llega contenido en la clásica botella de la marca donde sobresalen sus dos escudos, en el tronco y en el pie, una etiqueta azul cruzada y la faja crema con la firma del maestro destilador y el número de la botella. También de color ámbar mediano, esta maravilla huele a pera, flores y algo de malta. El líquido es aterciopelado, como butterscotch, mantequilloso, y sabe a gloria, con el recuerdo de flores y un bouquet de pimienta y levísima menta que antecede, trago tras trago, a toda la vainilla que se va liberando exponencialmente.

El The Sexton, por su parte, nunca defrauda. Este elixir es, sin duda alguna, uno de los mejores que existen allá afuera en cuanto a relación de precio y calidad. Su botella es monárquica; hexagonal, negra como la noche, con relieve de moneda en sus hombros y su base, posee una única e impresionante etiqueta oscura donde se destacan la silueta de la calavera con sombrero de frac, que es el signo patognomónico del caldo, y el contraste del dorado de las letras. Su corcho es de primera, dorado también. Y a la naríz nos llega la miel, el jerez, el caramelo y la melaza. El sabor nos trae frutos dulces y tofu o quizás chocolate, madera y también jengibre. Su persistencia es larga y su gozo infinito. Se nota la maduración en barricas de jerez durante 4 años. Y por último el Orla, destilado en las islas salvajes, de botella clásica y etiqueta simple y ancha. Este Island, un peated recio y sin embargo noble, huele naturalmente a mar y a algas, y la integración del alcohol es cuasi perfecta a la nariz. Su sabor no es para todos, a mí fue el menos que me gustó. Es extremadamente aceitoso en lengua y mucosas, grueso y mantequilloso. El humo es notable, y hay sal y quizás hasta frutos verdes. El final es largo pero sin pimienta, lo que lo convierte en un trago de difícil carácter.

Y hasta aquí mis modestas opiniones alcohólicas. Del resto hablaremos luego.

3037

PLUG A TIERRA

Dice Paul Auster que “el mundo en el que hemos estado viviendo es bastante malo”, que “la forma en que vivimos se está desmoronando” y que “las estructuras internacionales en las que vivimos no están funcionando”. Solo un mago sería capaz de encontrar un paralelismo creíble entre las maneras de pensar de Paul Auster y Rafael Piñeiro-López; pero si algo acerca a ambos escritores es una suerte de noción escatológica, según la cual la sociedad contemporánea se estaría yendo literalmente a la mierda.

Puede sonar apocalíptico, pero la lectura de estos comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura no deja lugar a la improvisación exegética, y no sé para Auster, pero para Piñeiro-López el rumbo que lleva la Humanidad no sigue los derroteros ideológicos, políticos y socioeconómicos que hemos transitado hasta hoy durante siglos. Su perspectiva de la realidad no es causa, sino consecuencia, y tal vez no habría mejor pretexto que la crítica –de cine, de televisión, de lo que sea– para justificar su presentación al gran público (si todavía existe un gran público).

En vez de hacer un inventario de catástrofes, yo debería comentar estas viñetas, que son fruto de una especial predilección por la realización audiovisual como medio expresivo, aunque probablemente nunca persiguieron el propósito de un libro. Tampoco dispuesto a engavetarlas, su autor las publicó de manera eventual en las omnipresentes plataformas virtuales: ese estandarte comunicativo de la contemporaneidad que nos convierte en avatares de nosotros mismos, a la espera de un like que nos valide ante la masa.

Ya lo dije: debería comentar, pero son notas sobre cine y televisión, y ni siquiera he visto la mayoría de las películas y series que en este volumen se reseñan. La única alternativa que me queda es decir la verdad: este es un libro de ficción, no de crítica, y mucho menos de ensayo. Lo que hace el autor es novelar lo que ha visto en la pantalla –grande o chica–, y transformar esa visualidad en literatura viva, pletórica de anécdotas y emociones. Por eso es un libro para el disfrute, no para la academia o el estudio sistemático de un tema que ya tiene demasiados exégetas.

Aquí hay de todo lo que podemos haber visto o dejado de ver en las últimas décadas. Piñeiro-López hinca el bisturí con precisión milimétrica –recordemos que además es médico–, mas no para diseccionar el filme de turno como si fuera un cadáver estético, y él un forense de la imagen, sino para identificar ciertas claves que no siempre son evidentes al espectador, pero que hacen fluir la pieza con una especie de “corriente subterránea de sentido” (como diría un maestro de técnicas narrativas) en una dirección muchas veces insospechada.

Dicho lo anterior, leer Fuera De Este Mundo conlleva dos innegables ventajas. Una: la invitación explícita a ver o no ver la pieza reseñada en cada caso, sin perjuicio de que el espectador termine por disentir y formarse una opinión diametralmente opuesta a la del autor del texto. Dos: la invitación implícita a pensar con la cabeza fría en algunas de nuestras pequeñas (y grandes) tragedias cotidianas, para las que no parece haber lugar en los medios de comunicación dominantes, tal vez porque ellos reflejan las corrientes de pensamiento dominantes, y a un pensador por cuenta propia como Piñeiro-López se le hace difícil asimilar esos códigos. Fuera De Este Mundo es por eso un libro fuera de este mundo, y tal vez en ello radique su importancia mayor. Si esperas hallar en él la recomendación simplona del experto que escribe en los periódicos o habla en la televisión, no sigas leyendo.

Hay varias locuras aquí. La primera de todas, armar un artefacto con cientos de páginas, sin dividir sus contenidos en partes menores, o agruparlos según el hilo conductor que los propios temas sugieren. Alguien escribió una vez que organizar un libro de poemas era como querer ordenar el bosque. A Rafael Piñeiro y a sus editores debió ocurrirle lo mismo, cuando se sentaron por primera vez frente a toda una montaña de papeles (lo de papeles es un eufemismo, ya se sabe que hablamos de páginas virtuales).

El resultado es esta especie de diario cinematográfico, donde el lector puede enterarse de lo que ocurre en pantalla, pero también atisbar en la espiritualidad del autor, intuir sus estados de ánimo, su experiencia de vida, que a fin de cuentas no es sino enfrentarse al “horror de los espejos” de que hablaba Borges, y “no solo ante el cristal impenetrable”, sino ante ese “imposible espacio de reflejos” donde la conciencia individual –imprescindible a la redención humana– asume su más auténtico rol protagónico.

No menos loco es llevar al papel unos textos irregulares nacidos mediante parto natural en el ciberespacio. ¿Fueron pensados frente a un ordenador, o tecleados de manera directa en un teléfono inteligente? Quizá no lo sabremos nunca. Se juntan aquí viñetas ligeras y breves –incluso muy breves–, y textos más extensos, articulados desde una especulación filosófica evidente. Pero ¿acaso no son fruto de una era en movimiento, sin asideros visibles, donde los marcos teóricos se difuminan y no alcanzan a explicar los desafíos que plantea la posmodernidad? ¿No serán estos intentos el boceto futurista de una crítica mucho más terrenal y menos desabrida? La respuesta, como es de rigor, está en el viento.

Para Bazin el cine es fotografía y temporalidad: la imagen revela una realidad anterior y muere en ella. En cambio, Deleuze rechaza la sumisión del concepto a la imagen cinematográfica. Por su parte, a Piñeiro lo guía un interés genuino en la subjetividad del género: “Lo más importante que debe encontrarse en una pieza cinematográfica cualquiera, es una historia sólida que traiga consigo momentos memorables. Si una determinada obra logra quitarte el aliento y emocionarte hasta el dolor, entonces ha valido la pena”. Ha comprendido que no puede el lenguaje en sí mismo asegurar la trascendencia, como no logra sensibilizar a casi nadie un relato mal contado. En esa cuerda vibra también su prosa, de muy variados registros, pero siempre capaz de asumir con plasticidad asombrosa el tono de la producción juzgada (porque toda crítica es y deber ser, ante todo, juicio de valor).

Vivimos en tiempos de posverdad, y sería poco menos que ridículo postular enunciados concluyentes. Lo que algunos ponderan como sociedad idílica, para otros no pasa de ser una señal inequívoca de decadencia. El mundo contemporáneo libra una batalla campal de la que apenas llega el fragor. Como vislumbró Foucault, el Poder real se materializa en estrategias de control, y ya no tiene que ver con la soberanía de las naciones, sino con la codificación de la Verdad y su imposición a sectores definidos de población. Esas relaciones subyacen en todo –o en casi todo– el contenido audiovisual del que se ocupan los circuitos de estreno y las inefables plataformas de streaming (llámense Netfllix, Hulu, Amazon Prime).

En esa misma medida, la crítica piñeriana elude, ¿de manera intencional?, toda subordinación al canon, consciente de que asumir el mismo constituye la aceptación tácita de un modelo excluyente desde la raíz, aunque favorecido por el status quo, en su intento de preservar una normatividad cultural que lo sostiene y legitima. Piñeiro no disimula la estocada: apunta al corazón del oponente, sin remilgos buenistas, y mientras Vanity Fair glorifica a un Joel Schumacher como “el director que mejor domó a las estrellas de cine de los 90”, o como “el artesano perfecto al que los grandes estudios siempre recurrían”, él lo describe como un realizador con “la sensibilidad de un dinosaurio extinto” y nunca como “un narrador sagaz”. Sin embargo, no sería justo confundir su criterio audaz con la festinada exaltación de “lo marginal” por lo marginal, o con un exilio institucional irreverente, pero a la vez naíf. ¿Qué es entonces? ¿Un outsider? Un estudio publicado en la prestigiosa Harvard Business Review señala, y cito: “que la probabilidad de éxito creativo es más alta en cierta zona fronteriza entre el centro y la periferia”, porque “el acceso al centro provee legitimidad, mientras la exposición a la periferia proporciona novedad, y esa combinación de legitimidad y novedad siempre genera un impacto”. Si alguna vez Rafael Piñeiro pone mira en esa especie de multiculturalidad prefabricada que nos venden desde determinados círculos –y que nada tiene que ver con la auténtica cultura de los pueblos–, lo hace con ojo panóptico y nunca periférico. Tal vez en ello estriba la razón de su “éxito creativo”.

Fuera De Este Mundo no es un llamado a la evasión existencial, aunque el título en sí mismo revela una postura ideoestética consecuente con el autor. No hay aislamiento intelectual, sino voz antinómica que apuesta por la singularidad en un planeta cada vez más plural e inclusivo, pero también más reduccionista. Sirva este plug a tierra para introducir esa voz contundente, y sirvan estos comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura para entender esos complejos procesos, porque son mucho más que simples comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura.

Leopoldo Luis García (Prólogo escrito para mi libro «Fuera De Etse MundoÑ Comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura»)

Miami, verano de 2022

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El destacado crítico cinematográfico Roberto Madrigal ha escrito sobre “Fuera De Este Mundo”:

“Incalificable

Roberto Madrigal

Rafael Piñeiro López subtitula, modestamente, su libro Fuera de este mundo como “Comentarios sobre cine, televisión, sociedad y cultura”. Lo que sucede es que este texto es eso, pero también mucho más. Comentarios, críticas, reseñas, observaciones, ninguna de estas clasificaciones es capaz de definir el alcance de esta obra.

A través de la observación de filmes, seriales, documentales y sus directores, el autor fija una agudísima mirada que lo lleva a recuerdos de su infancia, análisis políticos, así como a reflexiones sobre las artes audiovisuales y la literatura, que concluyen en un total que rebasa quizá las intenciones del autor.

Con filo quirúrgico, no hay que olvidar que el autor es también médico, va extrayendo capas de significados que se pueden leer entre imágenes de las obras que analiza, pero que escapan a la mirada superficial, o al enfoque rígido del especialista o del académico. PiÑeiro López va mucho más allá porque no se limita a una visión, sino que deja que su ojo recorra fluido los contenidos y les extraiga lo que quizá ni los propios artistas pudieron ver o quisieron decir.

Sus textos, que puede ser epigramáticos o profundamente reflexivos, son todos, sin excepción, provocaciones, retos a mirar la realidad con lente abierto. No hay que estar de acuerdo con lo que dice, porque lo mejor de este libro es que uno termina disfrutando más el texto mismo de PiÑeiro López, que las obras sobre las cuales desata su imaginación.

Dichosos los que hoy puedan adquirir y gozar de este regalo del autor”.

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Angel Velázquez Callejas sobre mi libro «Fuera De Este Mundo»:

Una relectura sosegada del libro Fuera de este mundo, en el cual se reseñan una variedad de filmes con diversas facturas estéticas, resumen para el autor un fin común: la violencia como pasado, presente y futuro de este mundo. La violencia como conformador cuasi natural del tejido social y cultural de este mundo, en donde todos los sujetos existentes se ven obligado a navegar en el fluir de la violencia. Quizás el título que lleva este libro, Fuera de este mundo, constituya un guiño de la epojé trascendental para ser humano. Desde una retirada, una huida de este mundo se podría captar en su esencialidad antropológica. ¿Qué pasará con el futuro del arte cinematográfico? No voy a detallar ni el contexto ni el contenido de cada una de las películas cuyas estéticas expresan estar dentro del bullir de la caldera ardiente de la violencia. Me limitaré a la visión abstracta, al resumen y la síntesis.

En el caso de este autor, de profesión médica, ha preferido huir de la violencia, que participar en ella. Es un estado de animo que lo alcanza y lo sobrepasa. Desde un lugar, a partado y fuera de este mundo, ha creido plausible tratar la critica cinematográfica para dejanos saber que toda la historia de la humanidad es la historia de la violencia. Me refire a las películas de acción, mediante la cuales el autor lanza una mirada sobre la violencia.

Para referirnos a la violencia no podemos por menos de decir unas cuantas cosas sobre el hombre como antiguo corredor y antiguo lanzador de objetos. No se trata de nada nuevo: quien lea este libro, siempre se arriesga a recibir una lección antropológica, y quien es aficionado al cine de acción, se encuentra cerca de la paleoantropología, porque la acción nos proporciona la clave largamente extrañada de la transición del mono al hombre.

La cultura popular actual escenifica una regresión desde el drama a la acción: el lugar de los conflictos interpersonales del tipo representado en la alta cultura lo ocupa ahora todo un frente de secuencias interbestiales o intermecánicas de acción que a primera vista nada parecen tener en común con la dimensión humanamente formadora de la cultura dramática y narrativa tanto europea como oriental. Y hasta qué punto también en estas escenas de acción hay cierta dimensión formadora, aunque no en el sentido de una humanización sino de una hominización.

Lo que la Historia académica estudia bajo el epígrafe de Prehistoria es, de hecho, lo contrario de lo que los libros de texto presentan: un mundo aparentemente ayuno de acontecimientos en el que aburridas poblaciones de cazadores y recolectores vegetaron durante cientos de miles de años en una existencia insulsa hasta que aparecieron guerreros, reyes y escribas que desataron la Historia. En realidad, el larguísimo periodo de la llamada Prehistoria está lleno hasta los bordes de un acontecer

cuyo dramatismo supera todos los dramas escritos. Este acontecer es el de la hominización original.

Durante millones de años, un único y gigantesco acontecimiento, un proceso titánico cuya violencia y tensión ensombrece todo lo que sucedió después, excepto quizá la invención del fuego nuclear. ¿Quién no reconocería que esto es un desafío a la historiografía? Si hojeamos los libros de los paleontólogos, a la mayoría de los lectores nos sobreviene un malestar. El desganado escarbar de los especialistas en los restos óseos de los prosimios africanos y chinos no está a la altura de su objeto de estudio si concedemos que la llamada Prehistoria, necesariamente entraña el hecho más impresionante, el acontecimiento de los acontecimientos, la inmensa catástrofe de la que provenimos.

Así las cosas, el moderno cine de acción auscultado por Rafael es una especie de escritura experimental de la Protohistoria que emplea los medios técnicos cinematográficos más avanzados para incidir en los secretos arqueológicos de la humanidad. El cine de acción que Pineiro atestigua saca a la luz un aspecto de la verdad sobre el acontecimiento inaugural que creó la humanidad y que podríamos titularlo como la secesión de las hordas humanas de la vieja naturaleza.

Los dos elementos universales del cine de acción que Rafael describe -correr y disparar- aparecen generalmente ligados a secuencias que los cineastas llaman «persecuciones». No muy diferente fue el gran acontecimiento de la Prehistoria que dio origen al Homo sapiens como el animal corredor cuyas piernas miden dos quintos de su estatura y que se convirtió en el ser humano porque sobrevivió a las persecuciones.

Para ello fue necesario que los primeros humanos se transformarán de fugitivos en contra atacantes -arrojando piedras y blandiendo palos. La unidad de ambos gestos, el de correr para escapar y luego volverse y lanzar proyectiles al atacante, es el modelo de acción más antiguo de la humanidad; es realmente el patrón que hizo avanzar la hominización y permitió la formación de un medio ambiente grupal específicamente humano.

La singular combinación de la capacidad de correr y lanzar proyectiles creó un anillo invisible alrededor de los que poseían estas competencias especiales, distanciándolos del resto de la naturaleza, que desde entonces ya no podía forzar a los seres humanos a adaptarse al entorno simplemente por medio de su cuerpo.

En el interior de este anillo invisible, la cabeza humana se hizo notablemente grande, la piel notablemente fina, las mujeres notablemente bellas, la sexualidad notablemente crónica y los niños notablemente infantiles.

Las viejas hordas sapiens eran islas flotantes o, mejor aún, volantes- en las que la naturaleza se permitió el experimento de una evolución exuberante con consecuencias para el «mundo». Al conseguir los humanos, evitar la presión directa de animales competidores corriendo delante de ellos, arrojándoles piedras o golpeándolos, la humanidad se distinguió como la especie que levantaba la cabeza, miraba el campo abierto y se mantenía despierta. La conducta teorética apareció en el hombre muy temprano, hasta cierto punto fruto del exceso de vigilancia, que abrió los ojos del animal atento Homo sapiens a campos exuberantes y silenciosos.

Desde esta perspectiva se explica el tercer aspecto universal del cine de acción: la espera, la tranquilidad, el baño de calma del protagonista antes del ataque, los pequeños movimientos de los criminales en la escena donde nada ocurre porque está preñada de acontecimientos inminentes.

El cineasta que lleva todo esto a la pantalla no está promoviendo a priori la brutalidad, como asegura la crítica cultural, ni tampoco especulando siempre con los infalibles instintos más vulgares de sus semejantes. Es ante todo y de hecho un explorador de la Prehistoria que lanza unas sondas al campo de la hominización para descubrir y descubrirnos el contenido real de la formación del hombre prehistórico. La película de acción explora, según creo ver en los análisis de Rafael, el nunca del todo olvidado límite de conflicto donde se decide la supervivencia o la aniquilación de las hordas y hoy de la humanidad.

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Conocí a Emilio Ichikawa en el año 2006, durante aquellos tiempos tremendos de la “blogosfera cubana”, cuando yo escribía una bitácora muy crédula y naive (lo que creamos siempre es reflejo de lo que somos, en este caso específico, de lo que fui) bajo el seudónimo de Camilo López Darias. Recuerdo que el japonés me invitó a jugar fútbol y luego se hizo habitual juntarnos en casa de Papucho. Precisamente en una de esas reuniones conocí a Armando de Armas. Antes me había tropezado en el mismo lugar con gente como Carlos Alberto Montaner, Alina Fernández, Omar Santana y tantos otros. Eran tiempos en los que la quimera de la caída del castrismo era aún una especie de reallidad palpable. (Cuanta ingenuidad. La maldad es incombustible, sobre todo cuando cuenta con la complacencia de todo y todos)

A Armando de Armas lo conocí cuando ya había comprado en la librería del gordo Salvat su Mitos del Antiexilio, un librito pequeño pero sustancioso que establecía desde entonces una tesis conocida pero no muy comentada entre los círculos de cubanólogos y especialistas de la época: el peso excepcional del anticastrismo político estaba permeado y constituído desde siempre por la izquierda socialdemócrata que había regido los destinos de la isla desde su independencia. Enfrentarse, para un lector serio, a una sentencia de tal envergadura, no es más que una invitación a pensar y repensar los acontecimientos de la historia de la República, lo que nos lleva a su vez a establecer razones que expliquen el advenimiento del castrismo.

El fallecido historiador Antonio de la Cova realizó un excelente trabajo como archivero, recopilando todas las comunicaciones que se establecieron entre la embajada norteamericana de La Habana y el Departamento de Estado en Washington desde los años previos a la revolución del 33 hasta poco después del triunfo del castrismo. Leer tal tipo de información de primera mano me ayudó a derribar ”mitos” fundacionales como el del voluntarismo estoico y solitario del castrismo, o el de Batista como el “hombre fuerte de los americanos”, o aquel que establecía que el comunismo criollo fue antimachadista casi desde el inicio, entre tantos otros. Probablemente jamás habría descubierto la valiosa información de de la Cova sin el Mitos de Armando de Armas.

Hay obras que son determinantes en el entorno intelectual y personal de cada uno de nosotros. De cierta forma, lo que lees modela también en buena medida lo que serás y lo que eres. A mí me han influido desde aquel libro infantil que mi maddre me compró en la librería de Colón algún verano caluroso de finales de los setenta y que aún recuerdo con cariño (Jorgito el Goloso) hasta los textos más profundos de un Nietzsche o de un Kozick, pasando por toda la obra de Eco o por El Maestro y Margarita de Bulgakov, o por las dos obras cardinales de George Orwell o por la literatura de K Dick o por la cuentística, los ensayos y poemas del maestro Borges (lo he leído completo!) o toda la obra noir de Dashiel Hammett, Raymond Chandler, James Mallahan Cain y Norm McDonald… el propio Faulkner… Pues bien, dentro de mis influencias es válido citar a Mitos del Antiexilio del maestro y amigo Armando de Armas como una obra vital, porque despertaría mi curiosidad intelectual desde una perspectiva iconoclasta y ayudaría en cierta forma a modelar la visión que tengo sobre ciertos tópicos mundanos. A ustedes les digo: lean el Mitos del Antiexilio y oblíguense a sí mismos a no ser crédulos ni complacientes. Me lo agradecerán con creces.

3000

He escrito un lbro sobre, básicamente, Cine. Pero cuando hablas sobre una manifestación artística tan amplia como la cinematografía, que se nutre de cualquier aspecto de la vida, entonces es inevitable hablar también sobre literatura, sociedad y cultura. Y casi sobre cualquier cosa. Estos textos, cercanos a las 400 páginas, indagan sobre muchos temas desde una perspectiva totalmente ajena a la crítica tradicional (de nuestros compatriotas). Afortunadamento quienes han estado a cargo de todo el andamiaje de la producción del libro han sido Angel Velzquez Callejas, director de Ego de Kaska, y el formidable Roger Castillejo Olán, editor de Exodus que a pesar de estar vacacionando en Francia, se encargó de estos menesteres con una voluntad envidiable. También he tenido la suerte de que el narrador Leopoldo Luis García se haya dignado a escribir un prólogo soberbio y que el propio Angel me haya obsequiado un formidable epílogo. Espero, por lo tanto, que disfruten estos textos y me hagan saber si les parecieron interesantes.

2094

Por regla general la crítica cinematográfica suele ser academicista en extremo. Eso, o farandulera. Y últimamente panfletaria. La muerte de las ideologías tradicionales ha traído consigo el paritorio de una nueva cultura: la de la propaganda del nuevo poder que se construye. En el caso de la crítica literaria es diferente. Encuentras cualquier cosa, por supuesto, pero hay ciertas vacas sagradas que pueden ensalzar o hundir la “carrera” de cualquiera. Poniendo esto en contexto y volviendo al otro lado, yo no sería capaz de enviarle un manuscrito al propio Roger Ebert si resucitara y vanagloriarme cuando me respondiera diciéndome que mis reseñas son una mierda, que tienen erratas y repeticiones y nada más! Hay que ser muy tonto, y yo puedo pecar casi de cualquier cosa menos de zanaco. (El caso, en realidad, me da pena)

Bueno, como les decía, la crítica cinematográfica suele ser academicista en extremo…

2092

Hoy cenamos en casa fideos de Konjak aderezados con salsa homemade de queso feta y tomates naturales, además de zucchini al sartén sofrito en vino seco y paprika con cebollas moradas. El aguacate acompañó a un picadillo de pavo con pasas y aceitunas. Y la combinación perfecta para beber es un cabernet sauvignon (es increíble como potencia el sabor de la comida), en este caso un Fitvine californiano de buen grosor y aceptables taninos.

Chef: Ani Gallardo

Familia 4

Los muchachos están en vacaciones y Rafe está recibiendo terapia virtual. Esta mañana le tocó con Sissy, su PTA desde hace varios años. Rafe estaba molesto porque le habían programado la sesión para las 9 AM. Le pidió a Sissy que le pusieran las terapias para el horario de la tarde; que si era preciso pusieran a los niños de la tarde en la mañana y a él en la tarde. Y Sissy le preguntó: -«Pero Rafe ¿A qué hora te levantaste hoy?» -«A las 8:30 AM» -«Entonces te da tiempo para la terapia de las nueve» -«¡Pero entonces no me da tiempo de leer las noticias al levantarme!»