3109

Siempre, de una manera u otra, termino regresando al primer capítulo de The Walking Dead (Days Gone By), esa pieza maestra filmada por el gran Frank Darabon hace ya más de una década.

¿Poesía, me preguntan ustedes? Poesía es el despertar de Rick moribundo en un hospital de Georgia y su larga marcha entre cadáveres putrefactos. Poesía es el dolor de Duane y el apoteósico terror de su hijo. Poesía son las calles desoladas y terribles de Atlanta. El resto es bobería, Sarría.

La literatura escrita agoniza. Las artes escénicas también, pero el aldabonazo de Darabont al menos alcanzó para sembrar la esperanza del verso en una década en que el mundo comenzaba su incontenible cambio hacia un futuro autómata, arrastrando consigo la creatividad auténtica del hombre. Por eso hay que redimir el alma… de vez en cuando…

3021

Cuba: The People, un documental hecho para WNET 13 por jóvenes realizadores norteamericanos que viajaron a la isla en la primavera de 1974, conserva una calidad visual impresionante. Es un fresco vigoroso y notable sobre el castrismo de la época. La intención de los hacedores es, indiscutiblemente, apologética. Se vende una imagen edulcorada del horror, con la complicidad de los entrevistados, con la complicidad del pueblo.

Pero no es allí solamente donde se centra el interés de este material histórico, sino también en la observación directa (y no intencionada) de las miserias humanas de aquellos que habitaban la isla, en el reflejo del discurso ideologizado que manejaban todos, desde un dirigente cultural hasta una pequeña niña residente en Cayo Hueso, desde una practicante de la fe católica que sonreía con temor y afirmaba que todo es una maravilla, hasta el pescador o el guajiro que imitaban a los dirigentes revolucionarios en su palabrería fonológica. A ello sumemos los detalles de la cotidianidad: la ropa que se usaba, la comida que se consumía, los carros que circulaban en las calles, los uniformes que vestían los estudiantes…

“La vida aquí en el campo es peor que en la ciudad, nosotros pasamos más trabajo, pero estamos felices, porque podemos enviar a nuestros hijos a la escuela”. Esta afirmación hecha por una guajira del Escambray es lo que más se acerca a una crítica al castrismo. ¿El resto? “Yo no extraño a mi familia. Cuando lo hago es como un rezago infantil, pero no es una cosa seria” dice un estudiante becado de la Secundaria. “Aquí no existe el racismo. No es como en Estados Unidos donde los blancos van a las mejores escuelas y los negros a las otras” asegura una mulata vestida de uniforme azul.

Cuba: The People es, como les decía al inicio, un fresco impresionante de la época. Tenemos la posibilidad de constatar, de primera mano, la cobardía de la gente desde entonces, la complicidad colectivista implícita en millones de personas, la responsabilidad compartida. La revolución cubana no ha sido solo un problema de los hermanos Castro o de la represión ejercida durante medio siglo. El entrenamiento ideológico tuvo un peso inmenso, jugó un rol fundamental en el sostenimiento de la dictadura, en el manejo de los más bajos instintos del ser humano. El día que se pretenda hacer un juicio histórico de la dictadura cubana, incluir a la masa aupadora del gobierno (que para 1974 era prácticamente todo el mundo) será un acto de justicia imprescindible.

(Escrito hace varios años)

3020

El arte es perverso cuando se utiliza para ejercer propaganda política. La Middle Earth de Tolkien se ha covertido en un dechado del wokismo, ése cáncer que lo invade todo. El nuevo mundo ha de ser construido sobre las ruinas de la civilización previa. No importa quien caiga. Que todo sea por la causa, camaradas!

2036

Un documental de la DW alemana critica fieramente al pueblo ruso de Yelnia (donde ocurrió una célebre batalla contra el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial) por “inculcar a los pequeños en las escuelas el amor por los soldados y el ejército “. Y qué es lo que se inculca aquí, pregunto yo? La respuesta es simple y todos ustedes la conocen. Para mí, si tuviera que elegir una opción, la decisión sería clara como agua de manantial.

2019

El doctor Marc Green eligió vivir aún en la muerte. No luchar contra lo inevitable fue su elección de vida y no un acto de rendición. Es la imposición del realismo sobre el fatuo voluntarismo estoico. El advenimiento del fin siempre será una oportunidad para la redención. Eso nos dicen. Y es que no hay otra respuesta ante la ausencia. On The Beach es, por todo ello, el mejor episodio de una serie imprescindible, ER. Todo lo bueno y malo de la existencia está contenido en un espacio temporal de cuarenta y seis minutos. La muerte de Green se trata de cómo eliges vivir y, sobre todo, morir. Con suerte, alguna vez todos nos enfrentaremos a esa disyuntiva irredimible… alguna vez… con suerte…

1598

ER, la serie creada por Michael Crichton, sirve como una especie de tracking circunstancial que permite hacer un seguimiento preciso de la inserción y evolución de los conceptos de la llamada justicia social crítica en el alma de la nación norteamericana. Ambientada en una sala de emergencia de un hospital financiado con dinero público en la ciudad de Chicago, sus primeras seis temporadas (1994-2000) reflejan todo debate social desde una perspectiva donde prima el sentido común y la civilidad del discurso de las ciencias. Pero ya entrando directamente en la séptima temporada (2000-2001) cualquier atisbo de prudencia y seriedad termina largándose por la taza del baño.

Así, como quien no quiere las cosas, aquellos temas que antes se habían manejado con sapiencia y prudencia, con la llegada del nuevo siglo y el Bushismo corporativo entran de súbito a la palestra del debate de la mano de los complejos, el racismo victimista, la teoría anticientífica del género y todo tipo de concepciones retrógradas, medievales y contrarias a la bilogía más básica y sustancial. Es decir, de manera soberbia, como un tumor que se metastiza a velocidad vertiginosa, comenzaba a imponerse la visión de un “progresismo” reaccionario que hoy, a la vuelta de dos décadas, se ha constituido en un nuevo acápite moral que tasa y regula cada acción de las instituciones y los hombres.

En tiempos en que la distopia del colectivismo tecnológico se ha vuelto una realidad reconocida abiertamente por sus propios propulsores (ONU y su apéndice el foro de Davos, el status quo bipartidista norteamericano, burócratas y administradores de naciones dependientes como Ucrania y sucedáneos) y la acusación de “conspiranoia” ha dado paso a la “necesidad” de reconocer la apoteosis de los Estados como un sine qua non de la evolución positivista de las sociedades y los hombres, ER ya no es la mierda que debería ser tras su rendición temprana al buenismo horrendo, sino un parámetro cultural que establece pautas y otorga méritos. Sí, luego de decenas de siglos de “evolución “, tan bajo hemos caído. Y es que todo parece ser producto de un estado natural del hombre hacia el tumulto cavernario del humano simio de Darwin.

Fó, que peste!

1557

Jigeum Uri Hakgyoneun ( All of Us are Dead) puede resultar, a primera vista, una pieza ideal para los seguidores de la obra de Sang-ho Yeong. De hecho, la teleserie coreana le debe estéticamente un montón y lo reconoce abiertamente al mencionar uno de sus personajes el Seoul Station en uno de los capítulos iniciales, amén de que los zombies son idénticos a los de Train to Busan, esa pequeña obra maestra del horror. Pero la ilusión se larga prontamente por las cañerías de lo insignificante, y es que a pesar de lo que sus creadores tenían entre manos, la letal combinación de sentimentalismo ‘narra’ y el atisbo desde muy temprano de una especie de Marvel de ojos rasgados, basta para taparse la nariz y huir despavoridos del desastre…

1497

En “Dead of Winter”, onceno capítulo de la segunda temporada de la ya extinta serie ER, unos paramédicos trasladan desde un apartamentucho en los suburbios de Chicago hasta la sala de emergencia del County Hospital, a 9 niños negros en estado de total abandono. Enfermedades de la piel, cuadros infecciosos crónicos, déficits vitamínicos y desórdenes alimenticios atormentan a los chicos. Uno de los paramédicos (el rubio americano, porque el otro es latino) se pregunta en el front desk de la emergencia que “cómo es posible que haya gente como esta que no se preocupe por sus niños”. En seguida el residente de cirugía de cuarto año, Dr. Benton, y el enfermero Malik (ambos de la raza negra) saltan como un resorte y acusan al paramédico de racista por el comentario general que hizo. “Tú no sabes lo que significa ser negro en este país, el racismo que tenemos que sufrir“ le dijo Benton. A lo que el aludido respondió: “Racismo? Si, claro. Por eso tú eres el cirujano y yo el bombero!”

Corría el año 1995… eran otros tiempos…

1490

SAFE AND SOUND

En el futuro todos usarán un Dex, que no es más que un dispositivo electrónico atado a una de las muñecas, para rastrear todos tus movimientos. A nadie le importa ya aquel abstracto y olvidado concepto de la libertad, cuando en realidad todo lo que necesitas es placer y seguridad. Aquellos que no usan un Dex tienen que llevar un brazalete rojo en el brazo y son tratados como escoria.

Safe and Sound está libremente basada en la narración corta “Foster, you are dead”, del genial Philip K Dick. Kalen Egan y Travis Sentell se encargaron de modernizarla para una serie comercializada por Amazon, Electric Dreams, de la cual sólo se salva este episodio. Philip K Dick, por cierto, era un maldito genio. Como varias veces ya les he comentado, el futuro real pertenece más a Dick que a Orwell. En el horizonte ya se atisban los totalitarismos tecnológicos-epidemiológicos y no los ideológicos. Tanto Marx como Smith han sido derrotados. El provenir es de Schwab!

1484

En un episodio de ER, en su primera temporada (1994), un activista a favor de los animales rescata a un turkey de un centro comercial donde lo exhibían con motivo de las festividades de Thanksgiving, para terminar siendo atacado por el animal, lo que lo llevó directo a la sala de emergencias. El ave fue dado de baja por la policía y acabó siendo asado y devorado por el staff del hospital hacia el final del capítulo. El activista, aún en observación por sus heridas, se apropió de un pedazo de pechuga y, dando la espalda al resto de la gente, se la zampó con ganas inmisericordiosas. Algo así jamás sería contado en la época que vivimos. Corren tiempos medievales donde el cáncer de la corrección se ha metastizado a cada linfonodo de la vida diaria.

1453

¿Ya vieron el primer episodio de la tercera temporada de Black Mirror, esa serie de culto que con dos primeras sesiones y siete capítulos creó toda una narrativa acerca de la representación figurativa del pre apocalipsis del futuro? Ahora, filmada en los Estados Unidos y evidentemente con un mayor presupuesto y el respaldo de la media y de la crítica, arranca con una historia formidable, y la brillantísima actuación de la talentosa Bryce Dallas Howard.

Nosedive nos cuenta sobre una sociedad que funciona en base a puntuaciones, con el esquema de un Facebook virtual, una heterotopía permanente donde la realidad se entrecruza con lo etéreo. Todas las acciones están condicionadas por el reconocimiento social. Es una paradoja; es el espejo irreal del que alguna vez habló Foucault. Joe Wright, un realizador interesante que ha legado obras reconocibles como Atonement y muy especialmente Pride and Prejudice, sabe mantener el tono que ha caracterizado a esta creación de Charlie Brooker: lo oscuro, lo irrespirable, la más profunda de las tristezas, terminan por imponerse siempre. No parecen haber excepciones. Es la consecuencia brutal de lo que somos, o seremos.

*Escrito en el 2016

1450

Alexandria, ese lujoso condominio con casas de medio millón de dólares, amigables con el medio ambiente, con paneles solares y zonas de auto abastecimiento, una iglesia y dispensarios, convertido en refugio de una antigua congresista y muchos de sus seguidores tras el apocalipsis, es la metáfora perfecta de los tiempos que vivimos. Sus habitantes, sobrevivientes pasivos del horror, mantienen un ambiente “safe”, libre de armas, a pesar de los muertos andantes y de los humanos despiadados que merodean en el “exterior”. El encontronazo con el grupo de Rick, testigo del fin de los tiempos desde la perspectiva más brutal, crea un enconado debate acerca de cuán lejos se debe llegar en post de la sobrevivencia.

Las alegorías de The Walking Dead, siempre encaminadas a cuestionar el status quo imperante desde una perspectiva despiadada y salvaje (porque a final de cuentas se trata de la supervivencia más primaria), convierten a esta serie creada por el genio de Frank Darabont, a punto de partida de la obra de Robert Kirkman, y continuada con maestría por Greg Nicotero, en el ejemplo más fehaciente de la ira del conservadurismo, de la intencionalidad de mantener el espíritu de la constitución norteamericana dentro de los márgenes de la discusión constante. No existe, en mi opinión, ninguna obra actual con el alcance existencial que nos propone The Walking Dead. Échenle una mirada en cuanto puedan, si es que aún no lo han hecho.

Escrito en ei 2016

1412

Nicky Thompson (el gran Steve Buscemi), conversa y se toma un café a un lado de la universidad de La Habana junto a Sally Wheet (Patricia Arquette). De repente, un grupo de personas, enarbolando pancartas, sale a perturbar la tranquilidad local. Thompson pregunta que qué cosa es eso. “Una protesta contra Machado”, le responde Sally. Justo antes de que arribe Meyer Lansky, Thompson se levanta y espeta un “Another day in Paradise” con cierto fastidio, cuando uno de sus secuaces le responde: “Estos siempre están protestando por todo”. Y así transcurrió la historia de la república. En ese sentido, el guión de Howard Korder (Lakeview Terrace) para este primer episodio de la quinta temporada de Boardwalk Empire, refleja a plenitud, en tan solo un par de líneas, el sine qua non de la axiología criolla.

*Escrito en el 2016

1242

Vi este fin de semana el documental “Superhuman, The Invisible Made Visible” que Amazon Prime tiene aún en su parrilla, por recomendación cercana. La pieza, basada en investigaciones científicas en el campo de la bioquímica, de la fisiología y las ciencias médicas, de la física y la metafísica, (como una prolongación de las indagaciones de Wilhelm Wundt) llega a una conclusión que yo comparto desde hace mucho: La conciencia prima sobre el universo físico.

La conclusión no es sencilla en lo absoluto, y da pie a que teorías como el “matrixmo” e incluso la reencarnación puedan estar sobre el tapete de cualquier discusión existencial. Pero ninguna, a mi entender (aunque en la obra de marras no se haga demasiado hincapié) cobra más relevancia que la de la vida tras la vida, lo que terminaría por dilucidar el misterio que rodea al fenómeno de la “muerte”.

El individuo trasciende el espacio físico… estamos todos conectados por una energía que trasciende las reglas de la comprensión común… Hay mucho del positivismo fisiológico de los libros de autoayuda en afirmaciones como estas. Y es que, más allá de certezas o errores, eso que podríamos llamar como voluntad colectiva tiende a ser siempre optimista y poco recelosa del destino. (Para un escéptico como yo, tal realidad es desafortunada). Al final, eso sí, nos queda la certeza de que nada es maniqueo y de que la complejidad es el sine qua non de cada momento y cada vida.

1240

Carnivale, con la música de Jeff Beal… y The Leftovers, bajo la batuta de Max Ritcher, atesoran las dos bandas sonoras más soberbias de la historia de la televisión en lo que va de siglo. Sólo por ello (aunque hay otras muchísimas razones) vale la pena dedicarles parte de nuestro preciado tiempo.

1133. Sweet Home

Sweet Home es una extravagancia neo-gore surcoreana, un complicado animé de carne y hueso donde la comedia, el horror y algo de esa naturaleza eidética oriental se desbordan a cada paso. Acá el tratamiento del dolor va de un extremo a otro, en medio de abigarradas historias y de una confusión casi permanente, ya sea recreándose en el antiguo mito griego del sufrimiento como pasión, o en la visión medieval de la aflicción como experiencia espiritual y emocional que debe ser aliviada y domada. ¡Hasta el calvario secular de la post ilustración tiene cabida en este mejunje tecnológico, en esta historieta apocalíptica absolutamente desquiciada! ¿Y lo peor? ¡Que todos los chinos coreanos lucen exactamente igual! No hay manera alguna, humana y racional, de saber quién es quién a lo largo de la serie. Todos, en su inescrutabilidad asiática (casi parafraseando a Chandler) terminan siendo una misma cosa.

1115

A veces, sólo a veces, las estrellas de cine sirven para algo. Di Caprio redescubrió para Occidente a Stanisław Szukalski, aquel maestro místico, escultor gigante que traía consigo la herencia maldita de Polonia, su Polonia olvidada por el mundo. Un hombre pequeño, simple y algo loco que, como casi todos, solo buscaba trascender.

Su oscuro antisemitismo de la preguerra y el lógico antifascismo posterior, lo revelaban como el contradictorio ser que fue. El zermatismo y la lengua proton, esas vesanias inexplicables que imaginaban a Pascua como la isla matriz de la humanidad entera quizás por sus inmensas estatuas misteriosas, fueron al menos una teoría, un amago valiente de perpetuidad que Szukalski postuló con hidalguía.

Al final, la soledad monstruosa del extravío. “Estoy solo. Soy un patriota sin país”, dijo el viejo escultor antes de morir en Los Ángeles, la Siberia de las artes, según sus propias palabras. Las cenizas luctuosas, esparcidas por amigos entre los soberbios moais del pacífico chileno, aún flotan entre la brisa y la sal del hemisferio Sur, recordándonos imperceptiblemente que la grandeza es esquiva para los hombres orgullosos y altivos.

(Traten de ver el documental Struggle, en Netflix, sobre la vida y obra de Stanisław Szukalski)

1016. Ratched

RATCHED (L to R) FINN WITTROCK as EDMUND TOLLESON in episode 102 of RATCHED Cr. SAEED ADYANI/NETFLIX © 2020

Ratched, la serie, es un ejercicio prejuicioso y maniqueo que, de manera forzada, intenta darle una existencia previa al personaje de la enfermera Ratched, aquella terrible figura estatista que Milos Forman recreara tan brillantemente, desde una perspectiva libertaria y naive, en su mítica One Flew Over the Cuckoo’s Nest.

El resultado es atroz, no sólo por el fallido tono de comedia que se le intenta dar a la pieza desde un inicio, no sólo por los personajes caricaturescos y triviales que inundan la pantalla a toda hora, sino también por el espíritu manipulador, zoroastrista, ideológicamente sensacionalista, escasamente coherente, que Evan Romansky se encarga de plasmar en la obra.

Una vez que nos cansamos del preciosismo estético de Ryan Murphy, y ya hacia la segunda mitad, constatamos con horror que el cáncer de la política de la cancelación, ese neofascismo cultural que pudre las entrañas de Occidente, se ha metatizado en esta Ratched, pálida evocación de otras tantas piezas que desandan idénticos caminos.

Que un asesino serial y sanguinario sea pintado, por ejemplo, como un muchacho noble, víctima de las circunstancias, incapaz de hacer daño a los animales, en aras de merecer la redención, al mismo tiempo que se sataniza a aquellos que promueven la ley y la justicia (los cuales son tachados, por supuesto, de misóginos, discriminadores, oportunistas, corruptos y ladrones) nos da una idea de cuáles son los principios morales que se han impuesto en nuestras sociedades.

Ratched aporta, claro está, ese nivel de intolerancia victimista ya tan común en estos tiempos que vivimos. La factoría que la ha parido es Netflix, pero también podrían ser Amazon Prime, Hulu o casi cualquier otra. La guerra cultural que sacude a la sociedad moderna y que cambiará irremediablemente el futuro y el destino del planeta, ya se aproxima hacia una resolución total. Y vamos perdiendo, se los digo.

1013. The Haunting of Bly Manor

Mike Flannagan repite para Netflix una historia de fantasmas, “The Haunting of Bly Manor”, esta vez basada en la legendaria novela de horror gótico The Turn of the Screw, de Henry James. La visión estética de Flannagan ya la conocemos. Sus obras están imbuidas de cierto espíritu poético, de un carácter definitivamente pretencioso. Su mano endeble en la dirección de actores se nota y pesa. La historia es forzada e irregular, la narración es imperfecta y escasamente orgánica … muchas de las situaciones, cursis.

No puede, por cierto, desembarazarse Flannagan de todo el correccionismo político, de todo el buenismo desmesurado que nos atosiga en estos tiempos. Un poquitín de ideología de género por aquí, un tilín de feminismo recalcitrante por allá… el bueno de James se levantaría sin dudas de su tumba para retorcer el pescuezo del politizado Flannagan en aras de enseñarnos una lección: el arte no es demagogia, compañeros.

El capítulo ocho y semifinal, por cierto, es una obra maestra, hay que decirlo. Está impregnado de esa tristeza interminable, apoteósica, sideral que explica en buena medida la existencia de los hombres y la prevalencia de olvidos y memorias. El pulso narrativo de Flannagan es ejemplar. Y luego, sin embargo, y lamentablemente, la serie da paso a una vuelta final de las más paupérrimas jamás filmadas, repleta de lugares comunes, de positivismo reaccionario, incluso de ese fascismo cultural que se nos vende como la única alternativa moral que existe.

¡Vivimos tiempos oscuros, qué duda cabe! Más horrendos que las noches angustiosas de la mansión Bly Manor, más tétricos que la dama sin rostro que nos acechó algún día durante nuestras pesadillas infantiles…

1010

American Barbecue Shotdown es un verdadero vacilón: la América profunda en toda su extensión. The Final Table, jama de todas partes a borbotones. Gente talentosa, brillante, que demuestra a cada paso el valor excepcional del individualismo y la superación personal. Ambas series, por Netflix (el «estrimicincito de Barak Obama… pero aquí le achuntaron, hay que decirlo)