“To Kill a Mockingbird” es, a la luz de los tiempos que corren, una película mediocre. Ha envejecido mal, convirtiéndose así en un reservorio de lugares comunes. Las actuaciones son horribles y acartonadas, su espíritu estético anda alejado de la década de los sesenta, perteneciendo a ese período del cine en que la modernidad aún no se había hecho presente. Pero, sin embargo, atesora un interés antropológico indiscutible: es el reflejo de otros tiempos, más simples, más directos, más concisos. La naturaleza humana, con sus imperfecciones y también sus bonanzas, no había degenerado aún hacia esta sarta de complejidades tan incomprensibles como inexplicables en que perduramos ahora. Partiendo de esa base, la pieza de Mulligan es disfrutable y valiosa.
125. To Kill a Mockingbird
Rafael Piñeiro-López
Rafael Piñeiro-López, escritor, ensayista y Doctor en Medicina (1994). Ha sido articulista en diarios como Periodista Digital (España) y La Razón (Argentina). Ha publicado los poemarios "Los Hombres Sabios" (Editorial NeoClub 2015) y "La Bala de Sansón" (Editorial Signum Nous, 2016). Fue fundador y editor general de la revista sobre Arte, Cultura y Pensamiento "Signum Nous". Reside en la ciudad de Miami. Ver todas las entradas de Rafael Piñeiro-López
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