¿Hacia dónde vamos, te preguntas? Børge Brende, presidente del foro económico internacional, te lo aclara amablemente.
«Lo más inmediato es que debemos asegurarnos de que el crecimiento global sea más inclusivo» dice. Y elige a Xi Jinping como modelo a seguir: «Muchas economías avanzadas tienen pronósticos prometedores, como China, cuyas exportaciones aumentaron más de $ 675 mil millones el año pasado, un aumento del 26 por ciento con respecto al año anterior».
El tipo sonríe. Sabe que tiene agarrado el sartén por el mango. Y vuelve a insistir en la colectivización horrenda, esa distopia orweliana: «Una forma de avanzar en una recuperación más equitativa es comprometerse a brindar inversiones sostenibles a las economías subfinanciadas».
El chivo expiatorio, el lobo de Pedro es nuestro viejo amigo (y un nuevo aliado). Brende se excita: «factores como las nuevas variantes de COVID-19 y el aumento de los precios de la energía» son los responsables del nuevo Saurón, ¿Y ustedes, amigos míos, pensando noblemente que el aumento del costo de la vida es consecuencia de alguna mala gestión? ¡Cuánta inocencia!
En estas últimas declaraciones del discípulo de Schwab, hace tan sólo una semana, vuelve a exponerse esa especie de nueva ideología que ya se erige como mantra del futuro luminoso: «A mediano plazo, debemos potenciar la transformación digital, porque la economía global está experimentando un rápido avance y expansión tecnológicos, lo que el Foro Económico Mundial ha denominado la Cuarta Revolución Industrial». Y vuelve sobre la amada y distante China: «La digitalización de la economía global es la razón por la cual el 14° Plan Quinquenal de China ha pedido que las «industrias centrales de la economía digital» representen el 10 por ciento del PIB del país para 2025, frente al 7,8 por ciento en 2020″.
¿Ya perciben amigos míos, hacia dónde van los tiros?
Y como colofón de oro, esa especie de terror permanente: «A más largo plazo, debemos comprometernos a ser ecológicos porque el cambio climático es el desafío más importante de nuestras vidas. La economía global podría enfrentar consecuencias sin precedentes, con una reducción potencial de hasta un 18 por ciento en los próximos 30 años , si no se toman medidas de descarbonización».
«Alcanzar las emisiones climáticas netas cero para 2050 requerirá una transformación fundamental de nuestra economía», predice. «Todas nuestras prioridades (una economía mundial más equitativa, digital y ecológica) se basan en una mayor cooperación mundial»… y esa es la tapa al pomo, el discurrir futuro de sociedades y regiones. Hacia allá vamos. Allí practicamente estamos.
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