
«Smile» (2022) es un ejercicio de terror medianamente bien armado, con sólidas y buenas actuaciones y una atmósfera de angustia insoslayable que termina por ocupar cada espacio del metraje. Parker Finn, un realizador interesante perteneciente a la novísima hornada del género, pese a claudicar ante el nuevo ordenamiento woke dictado por las elites que manichean la cultura en Occidente, se las arregla para indagar en las fronteras que bordean a la locura psicótica y los hechos inexplicables y sobrenaturales que le dan forma a una existencia de la que conocemos en realidad muy poco, para mostrarnos el descenso a los infiernos de un alma cualquiera, en este caso de la protagonista principal, la terapista Rose Cotter, una mujer agobiada por el suicidio de su madre y las largas horas de trabajo en una clínica de emergencias psiquiátricas. Finn, por cierto, no inventa nada nuevo. Lo que hace es continuar una vieja y transitada senda que el género ha cubierto desde hace mucho y que parece susurrarnos al oído: «escucha con atención. La existencia no es simple. Hay oscuridades que acechan y que jamás comprenderemos». Depende de nosotros escuchar, parece decir Finn. Y así nos deja, como antes ya lo hicieran Polanski o Shyamalan o Hoblit.
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