Hace rato que vengo pensando en esto:
Solemos achacar, generalmente, la génesis de cualquier desproporción o mal a las ansias irrefrenables de acumular dinero o poder. Pero en el proceso usualmente obviamos la razón más trascendente que parte, incluso, desde los propios vericuetos de la fisiología humana: el afán de trascender a la muerte!
El hombre, en pos de dejar un legado (un fatuo intento de burlar al deceso) es capaz de acometer los actos más brutales y desquiciados. Lo más terrible de tal cosa es que aquellos que intentan perpetuarse desde las alturas lo hacen impulsados por una creencia mesiánica de superioridad magnánima. O acaso el siglo XX no estuvo preñado de estos ejercicios grandilocuentes y megalomaníacos donde el “bien común” se desparramaba a golpe de fusilamientos y terror?
El tiempo, inconmensurable, avanza y una nueva era ha arribado a las fronteras de la historia. El comportamiento humano sigue siendo el mismo, esta vez parapetado tras una tecnología cuasi asombrosa que nos “ayuda” a todos a desandar el buen redil. Y a pesar del avance, volvemos a anclarnos en la oscura era de la edad media, donde predomina la falsa ciencia y el hipertrofiado sentido de la virtud. La reacción ante un virus respiratorio como el SARS Covid 2, por cierto, es el ejemplo paradigmático.
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