1062

Venezuela, Bolivia y USA atesoran un hermoso recuerdo común: sus habitantes se durmieron esa noche (cualquiera) con un presidente prácticamente electo y se despertaron a la mañana siguiente con una imposible vuelta de tablero.

Y es que esto del fraude del 3 de noviembre es el ejemplo claro del ingreso de las sociedades occidentales desarrolladas por la puerta ancha del bananerismo, o la comprobación fehaciente de que, durante lo que va de siglo, el mundo no ha hecho otra cosa que equipararse hacia abajo.

1061

Vivimos la apoteósis de la conjura y la desidia, pero esto no comenzó (ni terminará) con Trump, amigos míos. Ya Tom Wolfe, en su libro Mauve Gloves & Madmen, Clutter & Vine, nos lo contaba, a propósito de la llegada de Solzhenitsyn a la yuma izquierdosa y cobarde:

«… la campaña de antisepsia comenzó poco después de su expulsión de la Unión Soviética en 1974. («Sufrió demasiado, está loco». «Es un fanático cristiano con un complejo de Cristo». «Es un reaccionario agrario». Es un egoísta y un adicto a la publicidad «). La gira de Solzhenitsyn por los Estados Unidos en 1975 fue como una enorme procesión fúnebre que nadie quería ver. La Casa Blanca no quería saber nada de él. The New York Times trató de enterrar sus dos discursos principales, y solo la presión moral de un escritor solitario del Times, Hilton Kramer, les proporcionó una cobertura apreciable. Las principales cadenas de televisión se negaron a publicar la entrevista de Solzhenitsyn que creó tanto revuelo en Inglaterra a principios de este año (se emitió en algunos de los canales educativos).Y el mundo literario en general lo ignoró por completo. En el enorme ataúd invisible que Solzhenitsyn remolcó detrás de él no solo estaban las almas de los zeks que murieron en el Archipiélago. No, el bastardo desalmado también se había lanzado a una de las últimas grandes visiones: el intelectual como el Socialista de Acero Inoxidable brillando contra el montón de huesos del capitalismo en su fase final, brutal y fascista. Había un montón de huesos, de acuerdo, y era increíblemente espeluznante, pero el socialismo lo había creado».

1060

Hussein Obama dijo ayer que:

«Tendremos que trabajar con los medios de comunicación y las grandes empresas tecnológicas para encontrar formas de informar mejor al público sobre los problemas y reforzar los estándares que garantizan que podamos separar la verdad de la ficción».

Hay que ser muy inocentes o irresponsables para comulgar con una afirmación tan peligrosamente autoritaria como esta. Pero claro, el fascista es Trump.

1059

Juanito Tellechea Ruz, profesor de artes plásticas de la casa de la cultura del potrero Yayabey en Sagua la Grande, ha escrito un post en Facebook muy instructivo, acerca de la validez indiscutible de las últimas elecciones norteamericanas y sobre cómo el actual presidente debería de imbuirse de humildad y espíritu democrático para aceptar los resultados.

Cuando algunos opinantes le espetaron al profesor Tellechea Ruz que analizar el entramado republicano de los Estados Unidos desde el potrero Yayabey en Sagua la Grande no era precisamente alguna cosa orgánica o glamorosa, Juanito respondió con aplomo que él conocía el mundo como nadie y que, incluso, había expuesto en un par de ocasiones algunos de sus dibujitos en la galería “El Muñequito Ruso” de la calla 16 del South West de Miami.

1058

Las multitudinarias marchas en apoyo al presidente, ignoradas por toda la prensa, dejaron en claro la decencia del “trumpismo fascista”: ni un sólo negocio destruido o edificación quemada, ni una sola persona tratada injustamente , ni un solo policía agredido por las turbas. Esto les dice algo, queridos amigos que validan el fraude y la conjura?

1056

La participación de votantes en las pasadas elecciones presidenciales del 3 de noviembre, allí en los estados claves donde el candidato Joe Biden necesitaba una ayuda providencial para poder vencer al presidente Trump, fue inusualmente altísima. Steve Cortes hace un excelente análisis sobre el tema, lo que arroja evidencias circunstanciales de fraude. Por ejemplo, en Wisconsin la participación fue de un 90 %, mientras que curiosamente en la ciudad de Cleveland, bastión demócrata, fue de un 51 %. ¿Qué significa esto? Que el voto por correo sirvió para que todos aquellos que nunca votan, aparecieran esta vez “ejerciendo su derecho ciudadano” por obra y gracia de los operativos del partido demócrata. Como siempre les he dicho, la gran mayoría de boletas fraudulentas pertenecen a personas reales.

Otro factor que refleja la claridad y magnitud del fraude es el hecho de que Joe Biden superó por mucho la cantidad de votos que alcanzó Obama en tiempos de su apoteosis política, pero no en todos los lugares sino, casualmente, en aquellos condados donde era imprescindible que ganara, como en el Montgomery county de Pennsylvania, por ejemplo. Con 22 mil nuevos residentes en el área, el vejete Joe sacó cien mil votos más que Barack Hussein en la misma área. ¡Ni siquiera la naturaleza del voto anti-trump puede justificar una “turca” como esta!

Otra evidencia innegable (pero escasamente demostrable) es el hecho de que miles y miles de boletas procedentes de regiones donde la disputa partidista por las cámaras era brutal, llegaran sólo con el circulito negro favoreciendo a Biden, sin tomar partido en ninguna otra de las contiendas. ¡Aleluya! En toda la nación la nación la friolera de 430 mil boletas cumplen con esta característica: favorece simplemente al candidato del burro. En zonas “calientes” como Georgia la diferencia de boletas en la carrera senatorial favorece al presidente Trump en número de 818 votos. Pero allí mismo, 95.801 papeletas se saltaron al candidato demócrata del senado para privilegiar única y exclusivamente a Sleepy Joe. Si, por supuesto, se vale arrugar el entrecejo.

Sigamos con la lógica estadística irrebatible de Steve Cortes. Hablemos ahora de la revisión y chequeo de votos. En NY, un estado seguro donde no había que implementar medidas apresuradas y extremas para favorecer a Biden, un 21 % de las boletas no pasaron la prueba de la legitimidad: firmas adulteradas, papeletas con errores de llenado y un sustancioso etcétera. ¿Y en Pennsylvania? Pues bien, en el estado de la Independencia… ¡sólo fueron rechazados un 0.03 % de los votos emitidos! ¿Qué significa esto en castellano común? Que miles y miles de boletas por correo emitidas en Pennsylvania probablemente sean falsas e ilegítimas.

El punto preocupante en todo esto (preocupante para quienes velamos por la limpieza y claridad de las instituciones) es que prácticamente ningunas de las evidencias estadísticas mencionadas con anterioridad serían relevantes en un reconteo de los votos. Incluso, en una investigación certera, poco podría dilucidarse. El fraude, aunque precipitado y chapucero, refleja la principal falencia sobre la que se basa todo el sistema jurídico norteamericano: la confianza en el individuo. Y como ya sabemos, la naturaleza animal es implacable.

1055

El presidente Trump yerra cuando afirma que el conglomerado Pfizer no dio la noticia de la vacuna contra el Covid-19 antes de las elecciones por falta de coraje. ¡La valentía poco tiene que ver en esto, Donald! La empresa de marras ha sido una donante sustanciosa de la campaña de Biden y de los demócratas durante todo el proceso electoral. Así que en este caso todo el intríngulis ético se reduce a una cuestión de intereses y no de testosterona. Es tan simple como eso.

1054. Rushmore

Wes Anderson es un narrador sui generis. Su obra, exquisita, está repleta de un humor sutil y algo rococó que siempre, de manera invariable, nos traslada a esos momentos de remanso que trae la evocación del pasado. Anderson es levemente descuidado, engañosamente surrealista… una especie de Terry Gillian de las postrimerías del siglo XX y primeras décadas del XXI.

Rushmore (1998), su segunda obra, es una pieza que navega las aguas de la incorrección social más profunda con una especie de candidez engañosa. Max Fisher es un nerd que roza la psicopatía y Herman Blume un millonario ingenuo e inseguro. La hermosa Rosemary Cross es el parteaguas que provoca la tragedia que no es tragedia y que genera una realidad absurda y divertidamente desalmada.

Tanto Jason Schwartzman como el mítico Bill Murray y Olivia Williams, bajo la tutela segura de Wes Anderson, nos legan tres personajes inolvidables y, sobre todo, sinceros, que nos sacudirán nuestra capacidad de compasión… como una bomba cualquiera aniquilando un poblado de inocentes.

1053

Precipitarse en nombrar y aclamar al “nuevo presidente” no solo ha sido un ejercicio de fraude irresponsable, si no también una declaración de intenciones: La institucionalidad no funciona y podemos manipularla y retarla a nuestro antojo.

¿Se dejarán quitar unas elecciones que perciben como apremiantes, estos que controlan el discurso público y que establecen las pausas de lo que es correcto y lo que no?

Tienen el poder de la prensa, de los grandes magnates de las redes, de los políticos tradicionales. Ellos son, simplemente, ese poder.

Por otro lado ¿Podrá un mandatario outsider retar y doblegar al establishment y a los ejecutores de la moral? ¿Tendrá, acaso, la Corte Suprema el poder y la fuerza de poder legislar tal y como se presume que debiera hacer? ¿Acaso atisbamos el fin del constitucionalismo norteamericano?

Todo dependerá de quien termine ganando la elección, eso está claro.

1052

Twitter se ha erigido en el gran juez moral de nuestros tiempos, que castiga y recompensa según su «justo» raciocinio. Acaba de suspender la cuenta deI ICE sin motivo alguno. Al presidente lo censuran a diario. Ellos son los moduladores de la verdad, los hacedores del bien común. ¿Qué no tienen una agenda ideológica específica? Permítanme carcajearme. Aquel que no se haya percatado de esta gran conjura de la que somos testigos, vive en la luna de Valencia.

1051

Carlos Alberto Montaner, desde su adhesión al «bidenismo» puro y duro, no ha hecho otra cosa que replicar el discurso más anti-liberal posible (liberal en términos de Locke): el de la llamada “justicia social crítica “, que no es más que neomarxismo cultural, interseccionalidad o como se le quiera decir. ¡Que lejos flota aquella caricatura del CAM antiestatista y pro-capitalista de los tiempos de George W. Bush!

1049

Cuando alguien te pregunte cuál es la evidencia de que se cometió fraude electoral, simplemente respóndele: la evidencia es la ciencia matemática y estadística.

Al filo de la medianoche del martes 3 de noviembre, el presidente Donald Trump ganaba los estados claves de esta forma:

¡Pennsylvania, por una diferencia de 16.2% tras haberse contado el 64% de los votos!

¡Georgia, por una diferencia de 7.5% tras haberse contado el 83% de los votos!

¡Michigan, por una diferencia de 9.6% tras haberse contado el 59% de los votos!

¡Y Wisconsin, por una diferencia de 4.8% tras haberse contado el 82% de los votos!

Para que tengas una idea, una contienda electoral cualquiera es declarada decidida, por regla general, cuando tras contarse el 45% de los votos la ventaja de uno de los candidatos supera los 4 puntos porcentuales. Sólo podría variar el resultado si la inmensa mayoría de los votos posteriores favoreciera a sólo uno de los candidatos, cosa que en los ejemplos citados arriba, incluso, sería imposible debido al total de boletas revisadas (hablamos de un 60% o más de votos recopilados y chequeados).

El fraude es notorio y abismal, pero muy difícil de comprobar, pues como he explicado en ocasiones anteriores, las boletas emitidas por correo corresponden a personas reales, aunque estas no hayan ejercido su derecho.

Un recuento total de votos acucioso y real demoraría probablemente meses, pues habría que comprobar firmas e identidades del votante. Si la operación se realiza solo para confirmar votos, Donald J Trump volvería a ser robado.

¿Puede la Corte Suprema determinar que se tabulen las boletas recibidas hasta el horario legal de cierre de aquel aciago 3 de noviembre? Teoricamente es posible, según dicen los expertos, pero en la práctica ya es otra cosa.

Esperemos a ver qué depara el futuro. Pero la conjura, planificada milimetricamente durante meses o quizás años, apoyada por los grandes poderes que todos intuimos, ha sido enorme.

Ya veremos…

Fascismo y antitrumpismo

El presidente Trump no sólo lucha por la sobrevivencia del excepcionalismo norteamericano, sino también por su vida. Si en un final de cuentas y en el peor de los casos, el fraude prospera, lo intentarán flagelar en la plaza frente a todos, para dar un escarmiento.

El partido que ahora proclama amor, unidad y comprensión (luego de cuatro años de furia e histeria inusitadas) al mismo tiempo tolera la actitud fascista de quienes, en nombre de la democracia y el bien común, se han convertido en jueces morales de la nación. Y no se trata solo de AOC, esa congresista abanderada del estatismo más extremo, sino también de otros muchos.

Jake Tapper y Jennifer Rubin, de CNN y el Washington Post respectivamente, han hecho llamados públicos a castigar a los “culpables”. Tapper afirmó que “uno tiene que pensar no solo en lo que es mejor para la nación sino también en cómo cualquier futuro empleador debe evaluar a los perdedores según el carácter que mostraron durante la adversidad”. Rubin, en cambio, aleccionó con que “tenemos que, en esencia, quemar colectivamente al Partido Republicano, porque si hay sobrevivientes… lo volverán a hacer”.

Hari Sevugan, antiguo secretario de prensa del partido demócrata dijo que “hay consecuencias por contratar a cualquiera que haya ayudado a Trump a atacar los valores estadounidenses». La propia Rubin pidió que aquellos que están reclamando escrutar los resultados “»nunca deberán ocupar un cargo, unirse a una junta corporativa, encontrar un puesto en una facultad o ser aceptados en una sociedad educada».

¿De qué hablamos aquí, amigos míos? Simplemente, de la naturaleza reaccionaria y represiva de la izquierda a la que tipos como Carlos Alberto Montaner y un montón de intelectualillos mediocres y “confundidos” apoyan con entusiasmo sindical.

El ex operativo de la CIA Evan McMullin, por ejemplo, ha amenazado con “mantener y publicar una lista de todos los que colaboran en los frívolos y peligrosos ataques de Trump en las elecciones. Por el bien del país, deberíamos nombrarlos y avergonzarlos para siempre”.

¿Es este el partido de los buenos, de los tolerantes, de los antifascistas, de los moralmente correctos? ¡No me jodan! Están dispuestos a emplear las mismas tácticas estalinistas con que la Rusia soviética hizo palidecer de vergüenza a la naturaleza cruel del nazismo hitleriano. ¿Estos tipos son, acaso, los que defienden nuestros “ilustres” intelectuales de cartón?

Escribo todo esto a raíz de la formación del The Trump Accountability Project, una especie de Gestapo virtual creada por Emily Abrams, Michael Simon y el mencionado Hari Sevugan, asesores de las campañas previas de Barack Obama y Pete Buttigieg donde, a tono con las famosas listas enarboladas en el Congreso de Nuremberg en 1935, cuando Goebbels lanzó su cruzada contra los judíos, nos declaran ahora “enemigos del estado”.

El “The Trump Accountability Project” incluye una lista completa de «colaboradores conocidos», incluidos el Secretario de Estado Mike Pompeo, la Secretaria de Educación Betsy DeVos, el Jefe de Gabinete de la Casa Blanca Mike Meadows, la Secretaria de Prensa Kayleigh McEnany, los asesores de campaña Kellyanne Conway y Steve Bannon, y los 56 jueces federales, incluidos los jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett, designados por el presidente Trump. Nadie se salva: asistentes, recepcionistas, taquígrafos, calígrafos: todos han sido alineados en espera de ser “gaseados”.

La consigna del proyecto es, en cambio, de una enternecedora idea de venganza justa: “»Nunca olvidemos a los que promovieron la agenda de Trump». Es una frase, a no dudarlo, que fácilmente podría ser colgada en las paredes de Auschwitz para denunciar el inmenso horror del nazismo. ¡Cuánta hipocresía despreciable! Espero que nuestros propios jueces morales del patio se percaten de hacia dónde va todo esto y dejen de darse golpes en el pecho.  

1048

A diferencia de lo que piensan muchos, el fraude electoral masivo no se sustenta en los votos fantasmas de muertos e ilegales. Estos siempre han existido, pero en una elección presidencial acaso si poseen algún peso. El propositum o punto principal aquí radica en el masivo voto por correo.

¿Y de qué manera es que opera el fraude del balotaje por correo?

Muy simple.

Tomemos como ejemplo a un John Warren cualquiera, afroamericano de 32 años, inscrito como demócrata o independiente y que tiene un historial de jamás haber ejercido el voto.

A Warren se le registra «oficialmente» como que se le envió una boleta a su casa, cosa que no es cierta. Esa papeleta electoral jamás abandona el comando general partidista local, donde uno de los operativos lo llena por él. Bien, ese John Warren hay que multiplicarlo por miles o millones más.

En USA cerca de un 70% de la población apta para votar se encuentra registrada. De ese gran total, si acaso la mitad cumple con su deber ciudadano. Pues bien, ese porcentaje que se desentiende de elecciones y debates, queda a expensas de los manejadores del mail-in que, con la ampliación del método del correo, se han visto como peces en el agua. ¿O por qué piensan ustedes que Joe Biden ha recibido más votos que ningún candidato anterior?

Debido a que la boleta pertenece a un votante real, es practicamente imposible deslegitimarla. Al John Warren de marras nadie lo contactará para averiguar si fue él verdaderamente quien envió el balotaje.

Lo peor que puede ocurrir es lo que denunciaron, por ejemplo, varios votantes del condado Broward, que fueron a ejercer su derecho y en el centro de votaciones se enteraron de que ya habían enviado su voto por correo.

En caso de que se realice un recuento total de las boletas, el presidente Trump perderá nuevamente, porque los votantes registrados son reales, aunque no hayan sido ellos quienes han escogido al candidato Biden como el próximo mandatario. Sólo un recuento poniendo coto al horario de recibo de boletas podría arrojar un resultado justo y real.

La noche del 3 de noviembre, antes de que los centros electorales de los estados en pugna suspendieran el conteo, el presidente Trump iba venciendo ampliamente. La sospecha del equipo jurídico del presidente se centra en el hecho de que en horas de la madrugada y el resto de los días posteriores, se ingresaron millones de boletas por correo que jamás fueron enviadas por sus dueños. Ello causó, contra toda lógica estadística y matemática, que el tablero electoral se volcara a favor del retador.

Sólo si los abogados del presidente Trump logran de alguna manera que se realice un recuento de los votos emitidos hasta las 7 pm en cada uno de los estados, podría demostrarse el fraude. De lo contrario, la farsa se habrá institucionalizado oficialmente y la democracia norteamericana dejará de existir tal y como la conocemos.

1047

La media está idealizando su propia realidad. Ese apresuramiento por nombrar a Biden como el próximo presidente de la nación es parte del juego político, del complot que se ha puesto en marcha desde la noche del tres. En términos reales no hay aún un nuevo mandatario. Tengo entendido que Trump tiene recursos legales a su alcance que puede utilizar. Es cierto que 5 jueces estatales le han denegado a su equipo jurídico el derecho a reconteo, pero aún queda la corte suprema.

En todo caso, mi opinión es que un nuevo conteo de los votos totales le dará la victoria a Biden, porque las boletas son fraudulentas pero reales. Es decir, fueron llenadas a mansalva por operativos del partido demócrata.

La única esperanza legal, me dicen los que saben mucho más de esto que yo, es que la CS establezca reconteo en los estados cerrados, tabulando los votos que arribaron hasta las 7 pm del día 3. No sé en la práctica cómo puede concretarse algo así, pero es algo que no debe descartarse.

Nota: De haberse recibido boletas legales hasta la 7 pm, como lo establece la historia electoral de USA, Trump habría ganado con una ventaja abrumadora. Pero todos sabemos que la avalancha de nuevos votos a deshora «favorecieron» a Biden por una cantidad de 9 a 1. Eso es fraude donde quiera que se ponga y se mire.

1046

Amigos a los que aprecio me advierten de mi tono, probablemente lúgubre, de estos últimos días. Me reclaman una especie de escepticismo fatalista o pesimismo gris. Estimados amigos, estén tranquilos. Yo me remito a los hechos. No hay nada más terrible que el optimismo fatuo.

¡Claro que existen razones para preocuparse cuando eres testigo del mayor ejercicio de corrupción política que ha golpeado a los Estados Unidos en su historia! Hay que alarmarse por el fraude inaudito a vista y paciencia de millones, por la tergiversación de los números en una noche, por la complicidad de políticos, instituciones y la prensa. Es de tontos apostar aún por la victoria del presidente Trump en votos cuando ya fue despojado, desde hace rato, de su derecho al triunfo.

¿Acaso no han notado que en condiciones normales, a más tardar el miércoles a inicios de la madrugada se debía de haber declarado a Donald J Trump como presidente de la unión, cuando arrasaba en los estados claves con más de un 50% de votos recopilados en cada uno de ellos, lidereando a su rival entre 8 y 14 puntos de ventajas? ¿Siguen depositando ustedes su confianza y optimismo desmesurado en el colegio electoral, ese que ha permitido una remontada imposible a favor del anciano elegido por el establishment corporativo?

¡No sean ilusos, mis amigos! La candidatura de Trump tiene esperanzas, por supuesto, pero esta no reside en las instituciones que han llevado la farsa hasta el extremo. Despierten, señores, que este es un complot minuciosamente planificado y ejecutado. La salvación del conservadurismo podría residir en los tribunales, en la corte suprema, pero no en los votos que se cuentan ahora.

Dejemos la falsa demagogia del triunfalismo a toda costa y estén alertas. Es la única manera posible de que la libertad individual persista en el futuro. Y no olvidemos que el sistema está podrido.

1044

Estuve mirando una entrevista que Jordan Peterson le hiciera a Milos Yiannopoulos hace algo más de un año atrás, donde este último describe exactamente cómo operan los mecanismos de poder para sacar del camino a los incómodos. Es muy interesante. Traten de verla. Se ajusta a estos tiempos tan oscuros e inciertos que vivimos.

(Milos, él mismo, fue víctima de una vendetta del establishment republicano. Habla desde su experiencia personal)